Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

DAR EL EJEMPLO

¡Cuánta creatividad!

En cualquier rincón del mundo, dondequiera que haya un dominicano será fácil distinguir a ese ciudadano alegre, con capacidad para sobreponerse a todo tipo de adversidad, levantarse y seguir adelante, siempre con una sonrisa a flor de labios.

Así somos, y es una marca que forma parte de nuestra identidad como pueblo. No por menos nos colocan entre los países más alegres del mundo, lo que en cierto modo nos hace sentir orgullosos.

Hasta ahí, todo bien. Sin embargo, cuando se llega al colmo de convertir en dislates lo que ha de adquirir una connotación de seriedad y responsabilidad ciudadana, esa manera de ser puede convertirse en un peligro latente incluso para el correcto desenvolvimiento de un Estado.

Pero vamos al fondo. Desde hace algunos años venimos observando el descuido en que se encontraba la Plaza de la Bandera y su entorno. El deseo compartido era que ese lugar fuera debidamente remozado, para ponerlo a la altura del motivo que dio origen a ese monumento: honrar nuestros símbolos patrios.

Entonces el Gobierno aprovechó la conmemoración del 142 aniversario de la muerte de Juan Pablo Duarte, y el 180 de la fundación de la Sociedad Secreta la Trinitaria, para develizar los bustos de los Padres de la Patria, ubicados en los alrededores de la Plaza de la Bandera.

Pero los que siempre apuestan al caos desviaron adrede el reconocimiento que debió primar de que esta infraestructura fuera mejorada, y pusieron como tema de tapete la bufonada de que la estatua de Duarte de repente es idéntica al presidente Danilo Medina.

Para los creadores de esta desquiciada comparación poco o nada importa la tensa relación con Haití, el importantísimo debate sobre la despenalización del aborto, la criminalidad que nunca duerme y la discusión de un tema tan fundamental como los es la aprobación de la ley de partidos.

En todo esto, hay dos aspectos que intento resaltar, sin desmedro, claro está, de mi innegociable defensa a la libertad de cada cual para decir y pensar lo que quiera.

Lo primero es que tras el fin de la oprobiosa era del oscurantismo a ningún dominicano (mentalmente equilibrado) se le puede siquiera ocurrir pensar en la regresión del culto a la persona como instrumento de dominación. ¡Por Dios!

Y lo segundo es lo desconcertante de llevar al debate semejante apreciación, carente de una base teórica mínimamente aceptable para merecer la atención de una opinión pública que merece respeto.

La gente reclama a gritos que los temas mencionados más arriba sean realmente los que conformen nuestra agenda nacional. No tomar el glorioso nombre del patricio Juan Pablo Duarte para desahogar resentimientos políticos pérfidos y de baja calaña.

Tags relacionados