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FE Y ACONTECER

Jesús confía a los Doce su propia misión y autoridad

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

XV Domingo del Tiempo Ordinario - 15 de julio, 2018

a) Del libro de la profecía de Amós 7, 12-15.

A la muerte del rey Salomón (970-930 a. C.), que al final de sus días se apartó de Dios, el reino de David, padre de Salomón, quedó dividido en dos: Israel en el Norte y Judá en el Sur. El Reino del Norte comprendía diez tribus y el del Sur dos (Judá y Benjamín). El Reino del Norte quedó bajo el cetro de Jeroboán, que edificó un templo en Betel para que su gente no tuviese que ir al templo de Jerusalén levantado por Salomón. Amós nació en Tecua, unos veinte kilómetros al sur de Jerusalén, en el Reino de Judá, pero su actividad profética se desarrolló en el Reino del Norte. Era ganadero de oficio y cultivador de higos y gozó de una holgada posición económica que le permitió adquirir una buena formación intelectual. El Señor lo arrancó de esa situación tranquila para convertirlo en profeta de Israel.

Este profeta predicó bajo el reinado de Jeroboán II, su predicación no es halagadora pues denuncia la corrupción de la sociedad y anuncia el castigo y la ruina de la casa real. Esto provoca la molestia del sacerdote Amasías que le dice: “Vidente, vete y refúgiate en el territorio de Judá, pero en Betel no vuelvas a profetizar, porque es el templo real, el santuario nacional” (Amós 7, 12). Amós le responde: “Yo no era profeta ni discípulo de profeta, era pastor y cultivaba higos, pero el Señor me arrancó de mi ganado y me mando a profetizar a su pueblo Israel”. El profeta no puede menos que ser fiel a la misión confiada por el Señor y anuncia a Amasías la deshonra de su mujer, la muerte a espada de sus hijos e hijas, su muerte en tierra pagana y el destierro de Israel.

b) De la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 1, 3-14.

En tiempos del Apóstol San Pablo, Éfeso era una ciudad importante, la capital de la provincia romana de Asia. Y cuando él comenzó a predicar en esta comunidad Éfeso tuvo una grave dificultad, porque lleno del celo por la verdad del cristianismo se atrevió a pronunciar ciertas expresiones contra la diosa Artemisa muy venerada por los efesios (que le habían construido un suntuoso templo).

Esta lectura es de gran profundidad teológica, comienza con la acción de gracias a Dios Padre que “nos bendijo”, “nos eligió”, “nos predestinó”, “dándonos a conocer el misterio de su voluntad”. Este es el proyecto de Dios, antes escondido y ahora revelado en la muerte y resurrección de Cristo, que introduce y da a la totalidad de la Carta el tono de oración, de adoración y de celebración que resumen todos los capítulos. 1ro. El Apóstol habla de elección y llamamiento a la santidad por pura iniciativa de Dios por el amor que Él nos tiene. 2do. Dios nos hace hijos suyos por medio de su Hijo. 3ro. Redención y perdón de los pecados por la sangre de Jesucristo. Y 4to. Revelación del “misterio de su voluntad”, es decir, del designio salvador de Dios por medio de Cristo, plan que mantuvo oculto hasta su revelación al llegar la plenitud de los tiempos. Este proyecto es recapitular en Cristo Jesús todas las cosas del cielo y de la tierra.

c) Del Evangelio según San Marcos 6, 7-13.

Continuamos la lectura del sexto capítulo del evangelio según San Marcos, que al igual que las dos lecturas anteriores refiere el tema de la elección gratuita de Dios para una misión. En la primera veíamos la elección de Amós; en la carta a los Efesios San Pablo habla de la elección del cristiano en Cristo para ser hijo de Dios, y en este evangelio aparece la elección de los Doce Apóstoles, enviados a su primera misión por Jesús.

Tanto en la vocación profética de Amós como en la llamada de los Doce, además de la gratuidad, en ambos casos hay un envío con un mensaje y una misión al pueblo, no a la élite religiosa. Los fue enviando de dos en dos. Como se ha dicho se trata de la primera misión que Jesús confía a los Doce. El envío en parejas da sentido comunitario a la misión y apoya el testimonio de cada apóstol en el del otro. “Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban” (v.12s)

En esta primera misión, los Doce podían decir poca cosa de Jesús al que apenas conocían. Sólo después de recibir la fuerza y la luz del Espíritu Santo comprenderán en su plenitud y profundidad el Misterio de Cristo y del Reino inaugurado por Él. Esta misión de los Doce nos hace pensar en algo muy característico de nuestros pueblos, sus expresiones religiosas y la obligación que tiene la Iglesia de evangelizar, la religiosidad popular. Abundan estas expresiones: fiestas patronales, santuarios, peregrinaciones, cofradías, procesiones, tradiciones, devociones diversas referidas al Señor, a su Madre y a los Santos.

Las grandes posibilidades de evangelización que ofrece la religiosidad popular radican en los valores de la misma. Como dice el documento de Puebla, 457: “Como toda la Iglesia, la religión del pueblo debe ser evangelizada siempre de nuevo”. Es necesario hacerlo para su maduración plena ante el reto de la secularización creciente, originada por una nueva cultura desacralizada.

El hombre de hoy, está expuesto a múltiples influencias negativas para su equilibrio humanista y religioso. Basta citar los nuevos mesianismos socio-políticos que conducen a nuevas esclavitudes y frustraciones, el consumismo, el agnosticismo, la indiferencia religiosa, el pansexualismo que paganiza la vida y la familia devaluando el amor y la familia. Estos son fuertes desafíos a la fe de nuestro pueblo, que debe ser constantemente reevangelizado mediante una nueva predicación del mensaje de Jesucristo.

Al leer el evangelio con atención, constatamos que el mismo Jesús era el modelo que sus discípulos debían seguir, completa disponibilidad para predicar, absoluta sencillez, pobreza y desprendimiento. Ese fue el estilo del Maestro que tanto impresionaba a la gente, el mismo que los apóstoles debían imitar. “Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que se marchen de aquel lugar. Si en algún sitio no los reciben ni los escuchan, salgan de allí y sacudan el polvo de la planta de los pies, como testimonio contra ellos” (v. 10s).

Fuente: Luis Alonso Schˆkel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero. En las fuentes de la Palabra.

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