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FE Y ACONTECER

“Residirá en mí la fuerza de Cristo”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

XIV Domingo del Tiempo Ordinario - 8 de julio, 2018

a) Del libro del profeta Ezequiel 2, 2-5.

El profeta Ezequiel, a diferencia de los otros sabe que su misión está limitada a Israel, un pueblo cuya historia conoce en detalle. Historia de defecciones o infidelidades, de un Israel rebelde desde sus orígenes patriarcales.

En los primeros capítulos de su libro se nos cuenta la vocación de este gran profeta - “hijo de hombre come lo que tienes ahí; cómete este rollo y vete a hablar a la casa de Israel...” Abrí la boca y me dio a comer el rollo, diciéndome: -Hijo de hombre, alimenta tu vientre y sacia tus entrañas con este rollo que te doy. Lo comí y su sabor en la boca era dulce como la miel” (3, 1-3).

Aunque puede parecer extraño este llamado, el Señor muy bien dispone lo que deben hacer los que Él llama para alguna misión. Lo importante es corresponderle y obedecerle. Hijo de hombre, anda, vete a la casa de Israel y diles mis palabrasÖ Pues toda la casa de Israel son tercos de cabeza y duros de corazónÖ No les tengas miedo ni te acobardes ante ellos, aunque sean un pueblo rebelde (v. 2-6).

Este es el llamado del profeta Ezequiel y las advertencias que el Señor le hace ante las reacciones del pueblo de corazón difícil. Este llamado del profeta y, en sentido más general, la de todo cristiano que quiera comprometerse con la causa del Señor, tendrá semejantes consecuencias, no siempre los que oyen el mensaje están dispuestos a oírlo o lo escuchan a su manera tomando del mismo lo que les conviene. El mismo Jesús lo advirtió repetidas veces en su predicación.

Leyendo este párrafo sobre la vocación de Ezequiel y la reacción del pueblo, no podemos menos que pensar en la suerte de los que hoy predicamos. Jesús nos mandó a predicar siempre, nuestra obligación es proclamar su mensaje. Pero podemos preguntarnos: ¿Cuál es la actitud de quienes nos escuchan? Hay de todo, unos nos escuchan, de buena fe, otros rechazan el mensaje, porque prefieren embrutecerse con las estupideces que algunos ignorantes les ofrecen, no faltan quienes por el afán de novedades de que habla San Pablo no hacen caso a la verdad, otros están decepcionados de la vida, quizás están hartos de probar todo lo que se les ofrece y en ese banquete están ahítos y borrachos de todo lo que se les brinda. En esos corazones difícilmente caben otras ideas o proyectos que los que han probado para su perdición.

b) De la segunda carta de San Pablo a los Corintios 12, 7-10.

La segunda lectura nos presenta al Apóstol en su una de sus cartas a los Corintios, quien hace su apología frente a los grupos que le daban guerra en las diversas comunidades. Frente a los falsos predicadores y profetas que habían creado confusión en la comunidad de Corinto, San Pablo no destaca las revelaciones y gracias que ha recibido del Señor, sino su debilidad humana y esa espina en la carne. “Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Cuando soy débil, entonces soy fuerte” (v. 10).

Como puede verse, leyendo los escritos de San Pablo, estamos ante un hombre poco común, llevaba con satisfacción su condición de judío, lo que les reportó grandes persecuciones y acusaciones, pero como era hombre de gran fe, tenía su confianza depositada en el Señor. Por eso concluye con esta célebre frase; “Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.

c) Del Evangelio según San Marcos 6, 1-6.

Este domingo, se nos presentan los primeros versículos del evangelio según San Marcos. En los domingos anteriores aparecía Jesús realizando grandes milagros: calmando la tempestad del lago Tiberíades, curando a la hemorroísa y a la hija de Jairo, este domingo nos encontramos con la incredulidad de los compueblanos de Jesús, de la gente que le oía predicar en su pueblo natal y se preguntaba: “De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos?” ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermana de Santiago y José, Judas y Simón? Y sus hermanas ¿No viven con nosotros aquí?” (v. 3). Esto llevó a Jesús a afirmar: “No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa”.

Como refería, en la liturgia de las semanas pasadas nos dejaron maravillados de los hechos milagrosos realizados por Jesús. Recordemos algunos, el hombre con parálisis en el brazo a quien Jesús curó, el endemoniado al que Jesús libró del demonio, provocando la rabia de los escribas y fariseos; la tempestad calmada con la autoridad de Jesús; la niña resucitada por Jesús poco después de morir, y la mujer curada de sus hemorragias cuando se acercó a Jesús convencida de que si lograba tocar su manto se curaría.

Este domingo San Marcos nos habla de la extrañeza de aquella gente ante las enseñanzas y milagros de Jesús: “¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y SimónÖ? Y esto les resultaba escandalosoÖ no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos, imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe”.

Como consecuencia de la falta de fe de sus compueblanos, Jesús no hizo allí milagros, porque les faltaba fe en Él como Mesías, elemento indispensable para recibir la sanación y más aún la salvación.

¿Qué nos quiere enseñar San Marcos? Que el Señor rechaza nuestra incredulidad y se complace en las personas que demuestran su fe, como tantas que aparecen en el evangelio.

Hoy se repite la escena del evangelio, Jesús no es aceptado por los suyos ni por los de fuera de la Iglesia. Se rechaza a Jesús cuando no se acata su doctrina presentada en el Evangelio y por la Iglesia. Lo que más necesitamos es una fe viva en Jesús, pues no podemos esperar que Él haga maravillas en nosotros, por arte de magia y sin nuestra colaboración personal, el anuncio íntegro de su mensaje supone siempre un esfuerzo para el que sigue su llamado, llegando incluso a ser muy duro en determinadas circunstancias, debido a la propia debilidad y a la resistencia de los otros.

Fuente: Luis Alonso Schˆkel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero. En las fuentes de la Palabra.

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