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Una guerra comercial incomprensible

“La economía se está comportando muy bien. La mayoría de la gente que quiere encontrar trabajo lo está encontrando y el desempleo y la inflación son bajos”. Éstas fueron las declaraciones del presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos Jerome Powell, del miércoles 13 de este mes, cuando informaba sobre el incremento de la tasa de interés en un cuarto de punto porcentual.

Así es. La economía estadounidense pasa por uno de sus mejores momentos: hay casi pleno empleo, una tasa de paro de solo 3.8 por ciento. Las peticiones de ayuda por desempleo bajaron en 1,000 personas a principios de mes. El crecimiento esperado para este año es de un robusto 2.8 por ciento. La inflación que está dentro de la meta es de un 2 por ciento. La industria del acero ganó entre el 2016 y el 2017 unos 2,000 millones de dólares.

Después de que el gobierno norteamericano impusiera un arancel del 25% a las importaciones de acero y de un 10% a las de aluminio; y que China y Estados Unidos llegaran a un acuerdo en Washington con el propósito de reducir el déficit comercial norteamericano, se pensó que la guerra comercial no iba a escalar, un error.

El viernes 15 de junio los Estados Unidos anunciaron aranceles de un 25% a productos chinos que contengan tecnológicas industriales significativas por cerca de 50 mil millones de dólares. China no se quedó atrás y ripostó con un impuesto de un 25% a unos 660 productos de Estados Unidos, fundamentalmente vehículos, productos agrícolas, energéticos y acuáticos.

El presidente Trump instruyó el lunes 16 de este mes al representante comercial Robert Lighthizer que identifique bienes de origen chino por 200,000 millones de dólares con el propósito de ponerle aranceles. Como habrá de esperarse China hará lo mismo.

En los otros frentes de guerra: México, Canadá y la Unión Europea la batalla se van librando. México puso aranceles a la carne de cerdo, uvas, manzanas, aceros planos y arándanos. Canadá estableció impuestos a la importación de las cervezas, el acero, el aluminio, el whisky y el papel de baño, entre otros productos. La Unión Europea también respondió subiendo los del maíz, el arroz, las ropas, calzados, vehículos de motor, puros, cigarrillos y bebidas alcohólicas.

La guerra comercial sigue escalando. Este viernes 22 de junio el presidente norteamericano Donald Trump anunció por Twitter que, si los países miembros de la Unión Europea no bajan sus aranceles, establecerá un impuesto de un 20% a las importaciones de automóviles europeos.

Los productores norteamericanos están muy preocupados por el efecto que las retaliaciones están teniendo en los precios de los productos que ellos venden. En Carolina del Norte, Indiana, Minnesota, Iowa, Ohio, Oklahoma y Florida están reclamando que se pare la guerra comercial que ellos no han originado. Michael Petefish un agricultor de Minnesota entrevistado en CNN dijo: “Esta es una familia de muchas generaciones americanas y el Gobierno está poniendo en peligro sus finanzas”.

El efecto que la guerra arancelaria se manifiesta en muchos productos. Los precios de la soya se han reducido en casi un 7%. La Asociación Americana de Soya que tiene más de 300 mil productores ha señalado que un arancel de China a las importaciones de este producto tendrá un efecto devastador sobre todos y cada uno de sus productores.

En el momento en que la economía mundial se estaba recuperando y la norteamericana va muy bien. La guerra comercial era lo menos deseado. Ya comenzó. El problema es cuándo y cómo termina.

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