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Mala política contra Leonel

Con mal velado disimulo ¿vuelve el acoso humillante con siniestro designios de acusaciones por goteo bajo la rúbrica de la mala política? La razón no puede ser otra que la pervivencia de un sentimiento sectario y grupal propio del canibalismo político. Realmente así no puede implantarse una democracia en el quién puede más, sino en buenas acciones políticas. El Estado no puede ser el capricho del que manda aún tenga la voluntad y la intocabilidad que da el poder, pues resultan irrelevantes cuando de la política formal se trata.

Al escuchar la sorprendente posición de algunas personalidades con respecto al manejo interno de las actividades de organización y desempeño de los partidos específi camente al padrón y tipo de elección, no puede uno sino sorprenderse de lo habitual que es desde hace algún tiempo que quienes adversan dentro de su partido al expresidente Fernández envíen mensajes contradictorios sobre sus intenciones y razonamientos. Aún se tenga mayoría en organismos decisorios en materia de cumplir lo que mandatan los textos constitucionales para sostener el Estado Social de Derecho, ni el Partido ni el Gobierno están por encima de ellos, no importa la acumulación de poderes que se tenga. Pienso que aquella estrategia es irrepetible, es un desafuero que estimularía la ruptura esta vez proponerse un modo de invencibilidad sobre la base de un debilitamiento apelando a la degradación. La correlación de fuerzas esta vez parece demostrar la imposibilidad, y en el mejor de los casos, la voluntad inquebrantable de ser candidato que alberga Fernández Reyna. “Le han pisado la cola al león”, suele decirse.

Ni la embestida típica del “toro salvaje” con sus antojadizas y ridículas cornadas amenazantes de desencadenar la ira popular; o catapultarse aprovechando y utilizando la burla no para hacer reír, sino para ofender y maltratar. La ironía mordaz y cruel. Esa deformación del lenguaje con fi - nes degradatorios debería tener respuestas hirientes y demoledoras, sin embargo, como revancha reciben contundentes pruebas que le suman fuerza moral al pretenso ofendido. La multitud es su verdadera respuesta, esa multitud en forma de audiencia que expresa emociones sostenidas por bases de confi anza y reputación que vienen dándole el apuntalamiento, y fi jando en la mente del votante y del militante peledeísta que se centren en lo fundamental: la no imposición.

Nadie en su sano juicio de razón, y de palabra interpretaría todo esto como un método de lucha, eso es mala política. Esa guerra tal y como se concibió, ha fracasado, aunque no está muerta. Contra Leonel Fernández solo cabe la mejor comprensión para la negociación política, de lo contrario, vendrá la confrontación y no precisamente entre dos rivalidades del liderazgo, que es habitual, sino por lo agresivo que resulta contra la opinión muy mayoritaria de la sociedad dominicana. Incluso se advierte que se pretende cuasi-repetir con el juicio Odebrecht lo del caso Gu¨rtell en España. Las consecuencias políticas que dejan condenas tan contundentes, y como lo ocurrido en el país tiene fi chas bien defi nidas y el estilo sibilino empleado por los pornógrafos de la política es arma arrojadiza para los obcecados ensoñadores de sacar de la carrera al señor Fernández, resultarían válidas las aprehensiones. La misma indiferencia desdeñosa de compañeros de partido “que parece coordinada”, simultáneamente, se ha juntado con la enojada hostilidad de cierta sociedad civil, todo combinado. Olvidan el pasado, y hasta se inventan un pasado. Todo un juego de vaticinios sobre la siembra de tempestades que le llegarían a la República… “Lo peor del mal es pensar que se está haciendo bien”.

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