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DAR EJEMPLO

Seguimos buscando la fiebre en la sábana

En medio del hervidero provocado por las preocupantes secuelas dejadas por la multinacional brasileña en este país, hemos sido nuevamente testigos de otros hechos que, salvando las diferencias, son igualmente inquietantes, y se suman a la extensa cadena de episodios que atentan contra el sano desarrollo de República Dominicana.

En verdad, son varios los eventos surgidos en el vaivén de declaraciones, acusaciones y contraacusaciones mediáticas, derivadas del escándalo de corrupción más impactante a escala mundial en las últimas décadas.

Pero quiero hacer énfasis en uno que, por su naturaleza, obligó incluso a que importantes segmentos de la sociedad hicieran una pausa del caso Odebrecht, para al menos darles riendas sueltas a sus opiniones.

Hablo del joven Daniel Lorenzo Ortiz, alias “Jeovanny el caminante”, acusado de matar con un cuchillo a Anneris Peña Pérez, quien trabajaba en una joyería de la Zona Colonial.

Dado el impacto que causó esta acción criminal, máxime por ser la víctima otra joven mujer que trabajaba honradamente para ganar el sustento de sus hijos, es más que lógico que la opinión pública se volcara a favor de que el imputado sea llevado al paredón y pague de la peor forma posible por lo que hizo.

Y yo también estoy de acuerdo en que todo aquel que consume algún acto que riña con el orden jurídico establecido, sea investigado y puesto en manos de la justicia, para que reciba el castigo que merezca el crimen cometido.

Pero, ¿se habrán detenido esas mismas autoridades que buscaban a Daniel Lorenzo como caza de recompensa, a indagar un poco la vida de este ciudadano que ahora pasará parte de sus días en la cárcel?

Decir que Daniel y otros jóvenes caídos en duelo a muerte con la Policía o en rencillas entre vándalos, son igualmente víctimas de un sistema injusto, excluyente y selectivo, podría despertar incluso iras y maledicencias de toda clase.

Pero la realidad cruda y palpable, más allá de la irritación colectiva que despiertan muertes tan crueles como las de Anneris, es que Daniel Lorenzo es el prototipo de cientos de jóvenes que buscan un pequeño espacio para crecer, para avanzar, y como respuesta sólo reciben desprecio. Es necesario profundizar en las causas que los convierten en delincuentes.

En otras reflexiones he dicho que esos muchachos que delinquen tienen derecho a disfrutar de una vida digna, a soñar con un futuro promisorio, a estudiar y abrirse paso en una sociedad que reserva esos lugares para los contados miembros de un exclusivo club de privilegiados.

Por esta razón, con los miles de pesos manchados de sangre que sustrajo de la joyería, lo primero que hizo Daniel fue comprarse la “pinta” que le enrostra esa misma sociedad que le negó la manera correcta de adquirirla. Lo digo otra vez, la fiebre no está en la sábana. ¿Cuándo lo entenderemos?

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