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USA, salud y crisis de opioides

Hay una crisis de salud en los Estados Unidos a causa de los opioides.

Lo afirman el doctor Francis S. Collins, director de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de esa nación, y colaboradores, en un ensayo publicado el 12 de junio 2018 en la red Jama, de la Asociación Americana de Médicos. Su texto inicia invitando a todos los sectores sociales a responder con un “enfoque extraordinario” a una crisis cuyos ribetes preocupantes han concitado la atención del Congreso de esa nación, el cual ha reaccionado agregando $500 millones de dólares al presupuesto de los NIH para el 2018.

Esos recursos están siendo dirigidos a un plan centrado básicamente en el apoyo a la prevención, la investigación y la asistencia médico-clínica. Es decir, a conocer a profundidad el hecho, a intentar prevenirlo y a contribuir con el desarrollo de nuevas terapias y tratamientos, incluida la investigación que lleve a fármacos alternativos para tratar el dolor.

Gracias a ese incremento de su asignación para el 2018, los NIH podrán apoyar la ciencia que incrementa las posibilidades de lograr las prioridades nacionales de salud, cuyo objetivo -en este tema- es reducir la adicción e incentivar la investigación sobre nuevas terapias contra el dolor, menos adictivas. Este objetivo se gestiona a través de “una nueva e intrépida iniciativa trans-NIH llamada “Ayudando a terminar con la adicción a largo plazo”. Un programa calificado de “transversal e interdisciplinario”, según la información servida por el Director de esos institutos y colaboradores. Para realizarlo, el gobierno integra sus agencias oficiales, las del tercer sector, que incluye investigadores, y a empresas privadas, especialmente a los laboratorios farmacéuticos.

Apenas un día después de la Navidad del 2017, el sistema de atención a emergencias de ese país notificó un incremento significativo en el uso indebido de opioides en adolescentes y adultos jóvenes, hecho cubierto por Jennifer Abbasi para esa red que dirige la Asociación Americana de Médicos.

Las instituciones reguladoras de la salud de esa nación se habían puesto en movimiento desde antes. Por ejemplo, la agencia para la Administración de Alimentos y Bebidas (FDA) ócomo señalaron el 1ro de agosto del 2017 en la misma publicación los doctores Scott Gottlieb y Janet Woodcock, MD1 ambosó estaba desempeñando “un papel importante al abordar el desafío actual de abuso de opiáceos”. En consecuencia, estaba comprometida y tomó “medidas contundentes para enfrentar esta crisis de salud pública, como lo refleja el reciente movimiento de la FDA para solicitar que una formulación de oximorfona (Opana ER, Endo Pharmaceuticals) sea retirada del mercado”.

En otras palabras, el consumo de opiáceos ha alcanzado el rango de problema nacional de salud.

Los compuestos derivados de ellos representan una paradoja para los médicos. El mundo científico comprende sus enormes beneficios cuando se usan según se prescriben y, junto a ello, teme a su capacidad de “daño enorme” ósegún estos galenosó, cuando se mal usan o al consumirlos se abusa de ellos, por la alta adicción que producen y sus perjuicios consecuentes.

Aparte de estudios que identifiquen y validen bio-marcadores necesarios para ayudar a evaluar los tratamientos, la FDA se dispone a patrocinar el desarrollo de plataformas pre-clínicas que prueben “posibles tratamientos no adictivos para el dolor agudo y crónico”, un mal que afecta a más de 25 millones de adultos estadounidenses cada día. Entre los cuales, más de 2 millones presentan trastornos por uso de opioides (OUD). La mayoría de estos, afirma el doctor Francis S. Collins, “comienzan con analgésicos opiáceos prescritos o adquiridos a partir de medicamentos desviados, pero una vez adictos, a menudo se convierten en heroína ilícita u opiáceos sintéticos”. El abuso de los opiáceos promueve la integración de afectados al mercado ilícito de las drogas fuertes.

De aquí que se reconozca, tema y diga que: “El alcance de esta crisis es asombroso”, y se activen las alarmas que producen decisiones: entre ellas, en este caso, generar avances científicos que conduzcan a hallazgos útiles y al desarrollo de estrategias y terapias que contribuyan a superarlo. Todo posible por los fondos recién asignados por el Congreso.

Esta iniciativa de los Institutos de Salud de los Estados Unidos constituye un modelo de reacción pública ante emergencias y riesgos, en este caso en la salud: las estadísticas generadas por los reportes de los centros de atención de emergencias son las fuentes de la alarma. Rápidamente, fueron recogidas por los médicos redactores del artículo precitado, quienes presentaron el tema como un drama urgente que reclama solución. A la opinión se le otorga respeto, valor y peso.

El funcionamiento sistémico evidencia que las estructuras pertinentes enfocan con destrezas los problemas que les son vinculantes. En este caso, el Congreso reacciona con diligencia, incrementando $500 millones de dólares al presupuesto ya aprobado a favor de los NIH para el 2018, quienes a su vez diseñan todo un plan contingente y de largo plazo.

Los problemas registrados en un sistema de salud, que ponen fuera de control ciertos indicadores y desbordan las capacidades institucionales de respuesta no tienen solución inmediata pero pueden ser enfrentados mediante un plan coordinado y efectivo al que, como en este caso, se le asignan los recursos necesarios. La salud es coordinación de recursos y acciones dispuestos en función de alcanzar la meta. Estrategia garantizada por una táctica de la eficiencia.

La crisis de salud generada por el abuso en el consumo de opioides está afectando al 7.2% de la población de esa país. Y hace estragos en aproximadamente el 0.61% de ella, con una tendencia peligrosa a incrementarse y expandirse. Ante un drama así, los NIH se han comprometido a revertirla a largo plazo.

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