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Moscú es inolvidable

(A Alberto Lara)

Nos esperaba la Duma Estatal de la Federación de Rusia, y su Presidente, Excelencia, Vyacheslav Volodin, para suscribir un acuerdo de cooperación entre esa institución y el Parlamento Centroamericano. Un evento extraordinario era la cita de de parlamentarios de todo el mundo, tras el principio de colaboración y discusión de una política común, basada en principios y objetivos mundiales de paz, seguridad, libertad y solidaridad.

De Rusia mis imágenes eran difusas. En literatura y arte los nombres de los grandes maestros que nos marcaron para siempre, Dostoievski, Tolstoi, Chejov, Turguenev, Pasternak, Pushkin, Gorki, Yevtushenko, Solzhenitsin. .. El duro embeleco de la Corte Zarista, la imagen hipnótica de Rasputín, quien como un curandero exitoso contrarrestaba la hemofilia recurrente del hijo de la Zarina. De Rusia, Yuri Gagarin y Valentina Tereskhova, dándole la vuelta al globo terráqueo y diciendo en ignorancia desafiante que no habían visto a Dios en su recorrido por el universo. De Rusia el sacrificio de 26 millones de seres humanos deteniendo y derrotando el avance de la hordas del nazismo en la Segunda Guerra Mundial.

De Rusia el testamento de Lenin advirtiendo que Stalin no sabía resolver las contradicciones en el seno del pueblo y que era excesivo en el tratamiento de las luchas internas. De Rusia la “Cortina de Hierro” como la definió Churchill al referirse al campo socialista. De Rusia todos los prejuicios habidos y por haber. De Rusia el informe de Nikita Jrushchov ante el 20 Congreso del Partido Comunista, en el que calificó a Stalin como una versión de “Iván el terrible”, el Zar de todas las Rusias, desmoronando todo el andamiaje propagandístico que lo había erigido en jefe impecable de una nueva sociedad. De Rusia la increíble escena en 1960, en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, en New York, de Jrushchov, eufórico, dando sobre la mesa con sus zapatos para aplaudir de manera singular el discurso pronunciado por el comandante Fidel Castro. De Rusia la “Crisis de Octubre de 1962”, cuando la humanidad estuvo al punto sucumbir por una guerra termonuclear, crisis desatada por la instalación de cohetes intercontinentales de destrucción masiva en Cuba, para disuadir a Estados Unidos de una ataque contra la isla, luego los acuerdos del presidente de Estados Unidos, John Kennedy y el jefe soviético, Nikita Jrushchov, nueve días de tensión y pánico global, lo cual provocó una reacción indignada de Castro, por no haber sido tomado en cuenta para la decisión de la retirada de los cohetes de territorio cubano, lo que llevó al pueblo cubano a salir a las calles, coreando la consigna de, “Nikita, mariquita, lo que se da no se quita”. De Rusia, “El “Acorazado Potemkin” dirigida por Sergie Eisentein en 1925, considerada la mejor película de todos los tiempos. El film “Guerra y Paz”, dirigida por Serguei Bordanchuk, la mejor adaptación cinematográfica de la gran obra de Tolstoi. De Rusia, “Moscú no cree en lagrimas” que ganó el Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 1981 dirigida por Vladimir Menshov. Se dice que antes del encuentro entre el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov en 1985, Reagan vio la película varias veces para entender mejor el alma rusa. De Rusia bajo veto, “Doctor Zhivago”, la novela de Boris Pasternak, llevada al cine el 31 de diciembre de 1965, bajo la dirección de David Lean, controversial texto, donde se interponen la visión histórica de la revolución rusa en sus duros primeros años y el romance dramático de una pareja retadora de la historia, donde Julie Christie y Omar Sharif hacen del melodrama actuaciones sorprendentes.

De Rusia, la intervención en el Consejo de Seguridad de la ONU, del embajador soviético Fedoresnko, pidiendo la retirada de tropas invasoras del territorio dominicano durante la intervención del 28 de abril de 1965, que algunos siendo casi niños, escuchamos en trasmisiones de onda corta en plena guerra patria constitucionalista. De Rusia la “Perestroika” y el “Glasnost”, iniciativas lúcidas para transparentar el socialismo, que había sido lacerado en 1968 en Praga con la entrada de los tanques soviéticos impidiendo que un socialista con visión moderna como Alexander Dubcek implementara cambios necesarios. De Rusia, Moscú, una ciudad bella, ordenada, cuyas grandes avenidas fueron diseñadas para planes de contingencia, plenas de históricas y modernas edificaciones, la gente amable, generosa. Nuevos escaparates que la irrupción del capitalismo lustra de modernidad, con la salvedad de mi hermosa traductora, que me indica que en casi la totalidad de las nuevas industrias instaladas, el Estado conserva el 50% de acciones para garantizar los derechos sociales de los trabajadores. Preciosas rusas se pasean cantando en la Plaza Roja junto a turistas asombrados. Es la víspera del Mundial de Fútbol, y todos hablamos de Fútbol. Yo tomo una taza de chocolate en el Café Pushkin, y entablo de inmediato una conversación con mi traductora, Xenia, sobre el gran poeta ruso Alexander Pushkin, quien muere tempranamente en un duelo por el amor de una dama. Y la poesía asoma. Moscú no duerme, la ciudad parece existir para ser contemplada. Nos vamos al Metro de Moscú, ya vimos a Lenin, y las lápidas de los héroes de la antigua Unión Soviética. Hay un callado respeto por estos íconos, una perdurable admiración dentro el contexto en que actuaron y condujeron jornadas históricas. Mi traductora es encantadora, habla con soltura, muy libre en sus ideas. La invito a Santo Domingo a los Foros de Agosto sobre partidos políticos de Centroamérica y el Caribe, donde asistirá el Presidente de la Duma Rusa. Sonríe. Le prometo una noche de magias, canciones y bailes frente al mar. Me dice emocionada, “allí estaré, me muero por conocer el Caribe”.

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