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Por himnos y amores a la Patria

Necesitamos cantar en las escuelas de nuevo, requerimos cantar el Himno a las Madres, necesitamos estrofas que enmarquen el alba frente al libro y la puerta de entrada a las aulas, necesitamos restaurar la majestad de la palabra, el respeto a la autoridad que proviene del conocimiento y la ciencia, demandamos cabezas erguidas y pecho enhiesto frente a la Bandera tricolor en el asta, asumimos la moral y cívica como fundamento de toda formación social y humana. Necesitamos lecturas comprensivas, capacidad de análisis, reverencia a los Padres de la Patria, identidad nacional forjada con sangre generosa, reiterativa, puntual, al desprenderse en el Baluarte o en el Panteón, las ceremonias del tributo, los desfiles patrióticos que nos insuflaron el sentido del deber y la continuidad de las empresas libertarias.

Busquemos a Trina de Moya, autora del “Himno a la Madre”, esposa del presidente Horacio Vásquez, cuya hondura y calidad humana la llevó a escribir las notas más hermosas al amor de las Madres dominicanas, y quien por esas ocurrencias del azar no fue nunca madre, pero asumió esa condición forjada con su henchido corazón de ternuras desdoblándose en maternidad musical y poética. “Venid los moradores del campo y la ciudad/entonemos un himno de intenso amor filial/Cantemos a las madres su ternura y el afán/y su noble atributo de abnegación sin par/Celebremos todos la fiesta más bella/la que más conmueve nuestro corazón/fiesta meritoria que honramos con ella/a todas las madres de la creación/Quién como una madre/con su dulce canto/nos disipa el miedo/nos calma el dolor/con solo brindarnos/su regazo santo/con solo cantarnos/baladas de amor/De ella aprende el niño la sonrisa tierna/ el joven la noble benéfica acción/recuerda el anciano la oración materna/ y en su alma florece la resignación/ Venid los moradores del campo y la ciudad...”.

Procuremos el Himno a la Bandera de Ramón Emilio Jiménez, cuyos versos educaron el sentimiento patrio y la devoción a los estudios: “Ya empezó su trabajo la escuela/y es preciso elevarte a lo azul/relicario de viejos amores/ mientras reine la mágica luz/ Nos sentimos arder/ a tu influjo la luz viva/ de un fuego interior cuando flotas alegre/ besada por los cálidos rayos del sol/ ¡Dios! parece decir, ¡oh Bandera!/la sublime expresión de tu azul/ ¡Patria! el rojo de vívida llama; ¡Libertad!, dice el blanco en la cruz/ Mientras haya una Escuela que cante tu grandeza/ bandera de amor/ flotarás con el alma de Duarte/ vivirás con el alma de Dios.”

Otros himnos patrióticos que deben permanecer en la conciencia nacional como el Himno de la Agrupación Política 14 de Junio, escrito por el ingeniero Vinicio Echavarría, es uno de los textos más conmovedores de la lucha patriótica y revolucionaria de la juventud dominicana: “Llegaron llenos de patriotismo/enamorados de un puro ideal/ y con su sangre noble / encendieron la llama augusta de la libertad/Su sacrificio que Dios bendijo/ la patria entera glorificará/ como homenaje a los valientes/ que allí cayeron por la libertad/ Catorce de Junio/ gloriosa gesta nacional/ sus mártires están en el alma popular/Hermanas Mirabal/ heroínas sin igual/ su grito vibrante es el grito de la Patria inmortal”.

Otro texto importante es el Himno de la Revolución de Abril de 1965. Es la expresión de un sentimiento patriótico nacional por cambios sociales y defensa de la soberanía nacional. Escrito por el patriota y artista Aníbal de Peña, se cantó en las trincheras de la guerra y en el más apartado rincón del país, junto al más hermoso himno jamás escrito, el glorioso Himno Nacional, letra de Emilio Prud Homme y música de José Reyes. El Himno constitucionalista dice así: “A luchar soldados valientes/Que empezó la revolución/A imponer los nobles principios/Que reclama la Constitución/Desgarró la noche serena/La sirena de la libertad/Cual clarín que llama a la guerra/Defendiendo la Patria inmortal/Como hermanos de Duarte luchemos/Que ya Mella su grito encarnó/Y cual Sánchez al martirio iremos/Venceremos, como Luperón/No cedamos un paso marchemos/Por senderos de gloria y honor/y otra vez al traidor venceremos/y otra vez al grosero invasor/A luchar soldados valientes/Que empezó la revolución/A imponer los nobles principios/ Que reclama la Constitución”.

Hace falta retomar las canciones, las ideas primarias de la formación cívica del pueblo dominicano para robustecer el sentimiento patrio. Un pueblo sin identidad es un pueblo desmemoriado, en franco proceso de deterioro moral y humano. Es cierto que hay un sinnúmero de prioridades sociales y económicas, pero abocarnos a soluciones materiales sin estar impregnado de un espíritu inclaudicable, valiente, histórico, sin sentir la herencia política de la lucha por la libertad, conduce a un pueblo de tarados, sin perspectivas ni ideales trascendentes.

Estamos urgidos de canciones y objetivos señeros que levanten la moral y el sentido de vivir en medio del estercolero que nos arropa. Escritas en el ayer distante, sus letras no están contaminadas, son exuberantes muestras de lo mejor de nuestro pueblo, en la sencillez, a veces en el discurso casi elemental de la escritura, pero en cuyo centro de gravedad histórica, late el corazón de un pueblo digno de mejor suerte y destinos.

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