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PANCARTA

Héroes inspiran afán por liberar RD

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Raúl Pérez Peña (BACHO)Santo Domingo

Con frecuencia escuchamos preguntar ¿“valió la pena” la sangre de los dominicanos que soñaron un país gobernado por gente honesta”?

Otra pregunta: En los años 60, ¿éramos tan infantiles que nunca pensamos que apenas décadas después habría gobiernos corrompidos hasta el tuétano?

Pese a todo, algunos dicen que “valió la pena” al entender que “algo es algo”, mostrando “conformidad con lo que tenemos”.

Quien escribe recuerda las palabras de doña Elisa, madre de Eberto Lalane José, alarmada por los sucesivos asesinatos y atentados criminales durante la pesadilla gubernamental de los 12 años. Doña Elisa afirmó: “Por esto no fue que luchó mi hijo”. Se refería al rosario de víctimas de la Banda Colorá, sumadas a copiosas listas de ejecuciones de los esbirros de los mismos 12 años.

A esta altura del siglo 21, no son dos ni tres los centenares de personas que se preguntan si el PLD actual es el mismo que habló tanta “pluma de cuadrúpedo” y consumió barriles de saliva pregonando honestidad y respeto por los recursos públicos.

En estos meses evocamos a los Héroes de Abril y pronto a los de Junio. Muchos se preguntarán: ¿“valió la pena” tanta sangre derramada para desembocar en la mugre morada?

Si el tema se ventila en un concurrido encuentro de gente honesta, se escucharán voces apelando al término “inmundo” al opinar sobre la esencia de las gestiones moradas.

Otros serán categóricos reclamando respeto para los héroes y mártires caídos por sus ideales y sueños de que este país se oriente a un destino gubernamental donde se castigue el delito de apropiarse de los recursos públicos.

Si los héroes de sucesivas jornadas vigorizan sentimientos patrióticos, debemos orientar esa inspiración para sumar ideas y fomentar iniciativas sanas, no contaminadas con la politiquería de la partidocracia que ha secuestrado el país.

Debemos curarnos de la insensibilidad social y espantar esa indiferencia capaz de hacernos arrodillar ante la politiquería inicua. Contrariamente, a todo pulmón debemos proclamar: “Aquí no se rinde nadie”.

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