Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

EN PLURAL

El sueño dominicano

Avatar del Listín Diario
Yvelisse Prats-Ramírez de PérezSanto Domingo

Al Dr. William Jana Y al Dr. Héctor Guerrero Heredia Se ha hablado mucho de “el sueño americano”.

Al descodificar la expresión se convierte en una mezcla de aspiraciones, que sin dejar de ser utópicas, poseen una dosis fuente de voluntad, centrada en un propósito, fundado en el autoestima necesario para confiar en que “sí se puede” si se quiere, un poco al estilo de esos libros de autoayuda que detesto.

“El sueño americano” se entiende comúnmente como propio de los habitantes de los países subdesarrollados, provenientes de sus sectores más pobres. Emigrantes en potencia, imaginaban que ir a Nueva York, después de obtener el primer paso hacia el sueño, el visado, les bastaría andar con mucha atención por las calles, y encontrarían en las aceras moneditas de oro, o en su defecto, manojitos de dólares, verdecitos.

Esa primera versión azucarada del sueño americano se disipa llegando. Las calles neoyorquina no están asfaltadas de oro, obtener un trabajo es duro, todo queda muy lejos, y añoran la calidez comunitaria de su barrio, allá se sentían seres humanos, apenas un número si alcanzan a conseguir el acceso al “welfare”.

El sueño americano fue asumido entonces en nuestro país, con otras características. Se vio como un ascenso, eso sí, pero no solo económico, sino en cuanto a los conocimientos, a experiencias enriquecedoras; el contacto con una nación desarrollada abría fuentes de innumerables saberes.

Esa interpretación, cambia también los que quisieran irse tras esa nueva versión del sueño americano.

Estudiantes y profesionales, viajan a Estados Unidos, en pos de esos saberes que ganaban Premios Nobeles, sobre todo en ciencias.

Y muchos, justo es decirlo, han logrado no solo adquirir esos conocimientos, si no ejercerlos allá, en hospitales o centros académicos de prestigio. Muchos se adaptan a la cultura made in usa, sienten su sueño americano realizado.

Hay excepciones que nos honran, y que honran a quienes rechazan esa transculturación que priva a la Republica Dominicana de talentos y competencias que necesita para asomarse al mundo de la modernidad, sobre todo en la salud, cuyo estándares son tan deficientes, lamentables.

Como creo que estamos muy urgidos de modelos positivos, cito dos nombres, que han leído en la dedicatoria de este En Plural: el Dr. William Jana Tactuk, y el Dr. Héctor Eduardo Guerrero Heredia.

Ambos pertenecen a una clase media alta, no por sus riquezas, sino por el buen hacer de sus familias. Eligieron su profesión con vocación casi franciscana, y la sienten como una exigente demanda interior de adquirir cada vez más aprendizajes para ser mejores médicos, cada uno en la rama en que se especializaron.

En épocas distintas, William primero, Héctor mucho después, viajaron a Estados Unidos, con más facilidad que otros, buenas notas, y medianas posibilidades económicas.

Triunfaron. En tono mayor hay que decirlo, en toda regla: las mejores calificaciones, felicitaciones de sus profesores, destacándose cada uno en su área.

Cuando ya, recibidos sus títulos, y sus posgrados, se les ofreció un premio, quedarse a trabajar como iguales de sus antiguos profesores en Universidades y hospitales de prestigio. ¡El sueño americano se había cumplido!

Pero ese sueño, algunas de cuyas características impulsaron el viaje de William Jana y de Héctor Guerrero, chocó de frente, otro sueño, de altos vuelos: el sueño dominicano, que se impuso, generosa y definitivamente, en la decisión de ambos: volver a la Republica Dominicana.

El Dr. Jana, retorna después de varios años de trabajo que fue otra forma de especialización. Él dice que sus destrezas clínicas se deben a la cantidad de casos similares que trataba diariamente en el hospital.

A Héctor Guerrero le ofrecieron quedarse en Yale, ¡Yale, que no es cualquier cosa! Pero declinó, supongo que con la debida cortesía, para venir a su país.

Ambos además del servicio médico que ofrecen en sus consultorios, usan los medios de comunicación para opinar como ciudadanos conscientes y comprometidos sobre problemas del país.

¿A que le llamo yo el sueño dominicano?

Es simple. Consiste en convertir las ansias, las aspiraciones, las ambiciones personales, en colectivas. Lo que se quiere lograr en crecimiento, en bonanzas individuales, conseguirlo para su país. Entender que no se vive solo, y que para prosperar el “yo” requiere que también lo hagan los que nos rodean.

El sueño dominicano, nos devolvió a William y a Héctor. Cuántos enfermos y sus familias, lo agradecen, cuánto ha obtenido la medicina dominicana, el índice de desarrollo de nuestro saber sanitario gracias a ese sentido patriota, sin patrioterismo, de dos médicos.

Sueño dominicano, que cambia el gentilicio foráneo por el entrañable nuestro. Sueño dominicano, de dos para muchos. Así se comienza a escribir nuestra historia En Plural.

Tags relacionados