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PENSANDO

Incultura populista

Siempre ha existido analfabetismo e incultura en la sociedad, solo que antes había vergüenza para manifestarlo. Hoy se presume de no haber leído un solo libro en la vida y no les importa la superación en la instrucción; una actitud criticable en la mayoría, que sabiendo leer y escribir y teniendo acceso a la educación, no la adquiere para ganar conocimiento. El mercado los cuida y la poderosa TV es hecha a su medida con parrillas que compiten entre si en favor de la incultura, porque los distraen y mantienen cautivos con el impacto de los crímenes y lo insustancial de los contenidos.

La razón es simple, esa clase dominante de incultos es realmente la clase “dominada” por su escasa formación, ya que no aspiran a discernir con más profundidad y se conforman haciéndose víctima de las medidas populistas aberrantes; de ahí el renacer del populismo y el irrespeto a las instituciones. Los retos son precisamente desplazar el populismo que destruye las instituciones plasmadas de incompetencia, donde el voto popular los adhiere a las posiciones en una democracia que los avala, perdiendo el verdadero compromiso con la República.

Así los derechos a la vida, la libertad de expresión y la propiedad privada parte de nuestra integridad, no encuentran sus verdaderos logros, porque los regímenes populistas carecen de transparencia en la administración de los bienes y servicios. Se juega con la necesidad de la gente en las dictaduras, los grupos monárquicos (oligárquicos), y la democracia ha degenerado en demagogia. El populismo nos afecta por no tener la capacidad tecnológica, la logística, el respeto al argumento; porque solo se rigen por pasiones banales alejadas de la dignidad de las personas, multiplicando así la pobreza. Lo que necesitamos, no es la ignorancia de un pueblo, sino la institucionalidad, la seguridad jurídica y el sistema de derecho, que emerjan de un Congreso que conceptualice y no actúe para satisfacer el populismo.

La educación representa el punto de partida para alcanzar los verdaderos resultados del desarrollo y la mejoría en la calidad de vida de los ciudadanos. De una vez y por todas, abandonemos la práctica del populismo incapaz de hacer las verdaderas transformaciones a que todos aspiramos para reivindicar nuestros derechos.

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