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El discurso del nieto

Un señor nacido y criado en Norteamérica, amamantado en un hogar exiliado por el pueblo dominicano cuyo sostén económico deriva del estupro, hurto y luto de la República; que nunca ha izado una Bandera dominicana y tampoco ha cantado el Himno Nacional, pretende con un discurso de cinismo poco ilustrado encantar a los dominicanos simulando dictarnos sentimientos patrióticos para defender el país de la invasión de ciudadanos extranjeros (haitianos, para más señas).

El atrevimiento, la desvergüenza, la irreverencia encubierta en un pretenso nacionalismo heredado de un todavía no bien sepultado abuelo, quien conculcara en forma descarada y abusiva los derechos y libertades de los dominicanos, precisamente tan arduamente conseguidos a lo largo de todos estos años después del ajusticiamiento del dictador, es la plataforma ideológica de este personajillo sin representación legítima.

Parece mentira que la democracia dominicana pueda tolerar algo tan humillante y denigrante para los ciudadanos, y por un individuo que, lejos de rectificar, insiste una y otra vez con las mismas ideas caducas e inútiles, por funestas, de su paradigma del mal que fue el megalómano y despiadado fósil. ¿Es que no ha quedado claro ya que ese camino no funciona?

Tengo la sensación que el pueblo dominicano sabe desde hace tiempo que la República regresaría a tiempos tan desgraciados, y mucho menos en un futuro próximo podría recibir lecciones de buen gobierno de individuos sin capacidad determinante para conseguir que los demás hagan lo que quieran inculcarle. Pienso que quienes pretenden tales roles no entienden la diferencia entre sueño y realidad, entre el arrebato y la cordura. ¿Qué organización social, política y económica reúne hoy el país?: partidos políticos, empresarios, sindicatos y organizaciones obreras, una iglesia tan vigilante (católica y protestante); la banca, las fuerzas del orden (policía y fuerzas armadas), los periódicos y otros medios de comunicación.

En el trujillato hubo adelanto de materiales, pero careció de fines morales. No había sentido de la dignidad. Fue su capricho.

La captura del Estado. Países con democracias más inclusivas y participativas que la nuestra (Alemania e Italia), 73 años después siguen vigentes leyes que prohíben homenajear regímenes que chocan con el mandato democrático de estos pueblos. Sin embargo, con poco respeto a la voluntad democrática de los dominicanos nos llega desde los Estados Unidos, con la delirante fórmula de reverenciar la antiejemplaridad de un régimen dejado atrás, y con una ley o “coerción legal” que prohíbe las actividades que con desparpajo expresa el descolocado personaje.

Es cierto que los nuevos políticos han ido perdiendo capacidad real de ejercer gobiernos fuertes y eficaces, pero también es muy importante señalar el rol primordial y el papel decisivo de los sectores que como dijéramos precedentemente, vienen articulando el poder en su esencia más representativa, a mi juicio, significa que por ahora ninguna forma ignorante y antisistema de expresión política con fachada radical encontrará algún eco; por el contrario, solo le espera este gran obstáculo histórico que es la conciencia democrática adquirida de los dominicanos.

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