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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Comprendiendo la cruzada con Jean Flori

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.JSanto Domingo

Junto al medievalista francés, Jean Flori abordemos la empresa de la cruzada de manera global. La cruzada fue la guerra santa por excelencia. “Una operación militar sacralizada, predicada por un pontífice romano, desembocaba no sólo en proteger o agrandar el patrimonio de San Pedro, en recuperar a los <> algunos territorios, en liberar, en España u otras partes, algunas iglesias, sino en reconquistar la Ciudad Santa, la tumba de Cristo.”

Varias profecías predecían el final del dominio musulmán y un castigo de la parte de Dios. La invasión de los turcos hasta las puertas de Constantinopla anunciaba claramente la aparición del Anticristo. Reinaba un clima de efervescencia apocalíptica, así se explican que los llamados de Pedro, El Ermitaño fueran escuchados. Muchos fenómenos paranormales acompañaron las cruzadas “visiones, signos celestiales y terrenales, desarreglos naturales, nacimientos monstruosos, manifestaciones del Espíritu Santo, marcas de la cruz impresas en las carnes”.

El afán cruzado por convertir a los judíos era porque esto anunciaría la victoria final. Los masacraron, porque se negaban a convertirse, y esto no lo justifica, ni quita nada al horror de aquellas violencias sin límites.

La cruzada por la Tierra Santa poseía un valer que ninguna otra guerra tenía: reconquistar el sepulcro de Cristo y peregrinar a la Tierra del Señor. Las cruzadas tuvieron un éxito increíble entre las masas. ¡Hasta los españoles preferían ir a pelear por Jerusalén, cosa que los Papas tuvieron que prohibir, que pelear en España contra los musulmanes! El combate contra los moros, “tal vez les parecía demasiado banal”, o, sobre todo, ligado a sus intereses y el de sus iglesias locales.

Flori considera que las cruzadas eran guerras santas. “Sin ser un gran guerrero, Mahoma participó personalmente en varios combates y predicó otros muchos en nombre de Alá, transformando así en guerra santa operaciones punitivas contra otras tribus árabes o judías, correrías o conquistas territoriales”.

El islam había reservado “sus rigores a los politeístas: fueron obligados a convertirse o a morir. Judíos y cristianos pudieron, en cambio, continuar practicando su religión en las tierras del islam a condición de hacerlo de manera totalmente humilde, sin proselitismo y desde el respeto a las leyes y a la autoridad musulmanas.” Eran ciudadanos de segunda clase, pero estos rigores no les empujaron a la emigración.

Los musulmanes también incitaron a sus fieles a la lucha: “¡Oh, asamblea de los musulmanes! No cejéis en la lucha contra los infieles, enemigos de Dios; el que de vosotros reciba el martirio, alcanzará el paraíso; y el que sobreviva, obtendrá un premio y el botín”.

Flori sostiene, que “el islam, en aquella época, se mostró mucho más tolerante (el término es impropio, pero no hay otro) hacia los judíos y los cristianos, en los territorios conquistados, que los cristianos hacia los judíos y, sobre todo, hacia los musulmanes”.

¿Por qué? “En la época de Mahoma, el judaísmo y el cristianismo estaban ya presentes, bien establecidos. El Profeta se refirió a una revelación común, que él vino a completar y rectificar mediante el Corán, último mensaje de Dios. Los judíos y los cristianos son para los musulmanes, creyentes parciales, incompletos, imperfectos, que han recibido una parte de la revelación. Para los cristianos, los judíos desempeñan un papel semejante, y están, por así decirlo, <> por las mismas razones, aunque de manera generalmente menos tolerante. En cambio, el islam, como hemos visto, les parece como una desviación, una herejía, una perversión de la religión revelada, incluso un paganismo. Es probablemente en esta percepción donde hay que encontrar la explicación (pero en ningún caso la justificación) del comportamiento más intolerante de los cristianos en las tierras conquistadas.” (La guerra santa. La formación de la idea de cruzada en el occidente cristiano, Trotta, Madrid, 2003, sobre todo las páginas 337 - 349).

EL AUTOR ES PROFESOR ASOCIADO DE LA PUCMM mmaza@pucmm.edu.do

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