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Sí… pero no

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Tomás Aquino MéndezSanto Domingo

Durante los últimos meses del año pasado y los primeros de este 2018 han disminuido los grandes y estruendosos crímenes y asaltos. Eso es cierto. Por eso el director de la Policía y desde diferentes ministerios del Gobierno se habla de una reducción de los homicidios.

Pero, esa realidad inocultable, no puede cegarnos ni cegar a las autoridades ante el hecho de que aquí, todos los días, se producen entre 10 y 20 asaltos, incluido crímenes de gente humilde del pueblo, e incluso militares y policías, como el teniente José Alejandro Paniagua.

El caso de los esposos de Pedernales, asesinados por desconocidos, no se conoció hasta que los residentes en esa comunidad fronteriza decidieron buscar por sus propios medios a los responsables del hecho. Mientras eso no ocurrió, para las autoridades los días pasaron como si el homicidio, a pesar de sus grandes magnitudes, no había sucedido. Caso como ese se han producido en diferentes puntos del país, incluyendo la capital, claro, no cometido por haitianos.

Un comerciante fue asesinado en el interior de su negocio en el barrio Cien Fuego de Santiago. Dos vigilantes fueron asaltados y asesinados en Bonao. La dueña de una financiera fue asaltada en La Romana, gracias a Dios no perdió la vida, aunque la despojaron de 250 mil pesos. Un empleado de un comercio de Galván fue asaltado y dejado por muerto.

El joven estudiante Albert Ramírez Alcántara, lleno de sueños e ilusiones, fue asesinado para despojarlo de un celular, la policía ni datos ofreció. Un hacendado de Villa Vásquez, en el noroeste fue despojado de una importante suma de dinero, goleado y amenazado.

El pasado miércoles un empleado del Listín Diario fue asaltado y despojado de dinero en efectivo y de todos sus documentos. Dos bancas de apuesta fueron asaltadas en Barahona en menos de 24 horas llevándose dinero en efectivo. La lista se torna interminable.

Viendo los noticiarios de televisión del día de ayer, vi a residentes en Villa Consuelo, Villa Juana, en Villas Agrícolas, en Los Mameyes, Guachupita, Capotillo y en Sabana Perdida quejarse de que no pueden salir a las calles después de las 7 de la noche porque los asaltan, los despojan de sus pertenencias y muchos resultan heridos.

Es cierto, los homicidios han disminuido, pero la delincuencia y los asaltos parecen haber aumentado. Todo esto sucede sin que las autoridades tomen el control de la situación ni ofrezcan alguna información. Cuando se les ha expuesto la problemática a las autoridades policiales, la respuesta ha sido que se trata de SIMPLES RATERIAS, porque los homicidios casi han desaparecido. Es CASI, pero no. La población está atemorizada, expuesta y obligada a cambiar su rutina de vida.

La gente se encierra en casa temprano, no va a la misa mañanera, no visita parques por las noches y ha limitado las visitas a familiares y amigos. Con ese temor no se puede vivir. Albert Ramírez Alcántara, la más reciente víctima de la delincuencia, es el ejemplo. Excelente estudiante, amigo solidario, hijo ejemplar. Fue asaltado para despojarlo de un celular y con el aparato se llevaron una vida productiva. No bastan las cifras y anuncios de reducción de los homicidios. Necesitamos MAYOR SEGURIDAD y PROTECCIÓN en las calles de nuestro país.

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