Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

El dedo en el gatillo

Honor a Juan Antonio Alix

Estoy consciente de que Juan Antonio Alix no fue un dechado de virtudes. Pero tampoco necesitó serlo. Su obra habla por sí. No importa si le cantó a Lilís en un momento de su vida, o si lo condenó en otro. Tampoco se le puede marcar por su falta de técnica poética (imágenes, metáforas). Un poeta popular no las necesita. Pregunte a los Vicente Espinel, José Hernández (“Martín Fierro”), Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé de Cuba) y Chanito Isidrón por qué sus pueblos respectivos no los dejan descansar en paz. La función de un poeta popular es un culto de ingenio, de ocurrencias, de noticias, de denuncias…, al decir de Emilio Rodríguez Demorizi en “El cancionero de Lilís” (p. 13) “concitando a la paz, al trabajo y al abandono de los hábitos guerreros enraizados en los dominicanos como hierba fina. En versos de 1875 (que como ejemplo se publica una estrofa fuera de contexto), el juglar santiagués aplaudía la estabilidad familiar, y junto a ella, denunciaba los males de la revolución, las vicisitudes del solado, las rémoras sociales que era preciso erradicar a fuerza de civilidad:

“Mi familia vale más

que de pesos mil millones,

y entre empleos y galones

siempre prefiero la Paz;

no quiero verme jamás

en conflictos ni aflicción,

ni hallarme en la obligación

de apartarme de mi asilo,

yo quiero vivir tranquilo

yo no entro en revolución”.

En la página 75 del mismo texto, Rodríguez Demorizi retrata los valores fundamentales de las décimas del Cantor del Yaque: “El campesino no tenía más prensa ni más libro que la décima que le llegaba de la ciudad, llena de noticias, más pegajosa en la memoria mientras más desbordada de humorismo. El único contacto intelectual del campesino con lo urbano, salvo la espaciada prédica del púlpito, era esa décima noticiera, casi siempre de inspiración periodística. Era (Alix) el Mester de juglaría, favorable a Lilís, en pugna con el adverso Mester de clerecía…”

Y aún agrega: “Las décimas de Alix eran como la novela picaresca de la gente iletrada, del campesino analfabeto, lo que da clara idea del encanto con que era recibida y de su eficacia en la imaginación popular”. (p. 76)

No pretendo glorificar al decimero. Además, Juan Antonio Alix no necesita que lo glorifiquen intelectuales pedantes e historiadores débiles. A él lo glorifican cada día los millones de niños y jóvenes estudiantes de nuestras escuelas, liceos y colegios que recitan sus versos de memoria una y otra vez. ¿Qué poeta popular del mundo ha sido admirado por la pedantería barata de los pseudo intelectuales? ¿Por qué entonces sentenciar al ostracismo a Juan Antonio Alix (sobre todo en el Centenario de su Muerte) cuando en otros pueblos los poetas populares tienen estatuas, cantos, calles, estampillas postales y son venerados generación tras generación?

Y vuelvo a afirmar… ¡Ah, la vida y el pensamento fácil!

Tags relacionados