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45 Años de amor, trabajo y dedicación

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P. Gustavo CarlesSanto Domingo

Hay seres humanos que son héroes anónimos, debiendo ser noticia como un ejemplo para muchos, pero no son.

Antes de iniciar este comentario, he querido empaparme bien de la historia de esta mujer. Fui invitado y asistí a su cumpleaños de 100 años de edad en el Instituto de la Diabetes (INDEN). Me estoy refiriendo a la hermana sor Eutimia Urrutia, religiosa de la Congregación “Misioneras Dominicas del Rosario”, de nacionalidad española y oriunda de la región vasca, nacida en un pueblo llamado Araya, el día 20 de enero de 1918. Ingresó a la Congregación a los 28 años en la ciudad de Pamplona. Viaja a Bélgica a estudiar francés y medicina tropical con el fin de marchar al Congo belga. Sin embargo, es destinada a la China, a la ciudad de Taiwán, a un hospital dirigido por la congregación, donde permaneció por 15 años.

Vuelve a España por causa de la muerte de su padre y en el 1969 es destinada a Santo Domingo, donde sus hermanas de Congregación prestaban servicio en la Maternidad de la Altagracia.

En el año 1973 se comienza a dar consulta en el Inden, organizándose un importante curso de diabetes a la cual asistió sor Eutimia y en donde conoce al Dr. Hazoury.

El destino preparó ese encuentro de 15 minutos en el receso de aquel curso, como un regalo de Dios en ayuda al diabético necesitado. Ese encuentro se convirtió en 45 años de amor, trabajo y dedicación.

Con el Dr. Hazoury se convirtió en una capitana de esa nave humanitaria y se ha mantenido como una columna en la historia del Centro de Diabetes, conjuntamente con cientos de personas que fueron parte de ese proyecto.

A pesar de haber cumplido sus 100 años asiste todavía al hospital todos los días con el mismo entusiasmo y el compromiso de siempre, llegando a la 7:30 a.m. Y ese cuerpo menudo y delgado, visita a los enfermos hospitalizados, cocina, lavandería, cuarto de costura, y se asegura de que todo esté en orden. Recorre las áreas de consulta, las de espera, las administrativas; saluda y escucha a todo el que se le acerca; ella sabe los pasos positivos y negativos que se dan en el hospital; representa la pulcritud administrativa llevada al extremo, cuida de cada centavo y enarbola siempre la frase: “Que toda la Institución pertenece a los diabéticos”, a esos enfermos que día por día son su prioridad, y a quienes entrega amor y soporte espiritual e incondicional.

Es la mujer fuerte de la que habla la biblia, da estímulo, objeta lo que no es conveniente, da seguimiento a cada situación, mantiene el contacto con el personal médico y de apoyo, se interesa y preocupa por las necesidades difíciles.

Preocupada en la parte espiritual, coordina las eucaristías y su debilidad es la sección de “pie diabético”.

Al llegar a los 100 años de su existencia, esta mujer religiosa por vocación, dedicada en estos 45 años a trabajar por estos hermanos diabéticos, podrá decir con toda verdad: “Cantaré eternamente las misericordias del Señor”, y creo que el Centro de Diabetes podrá decirle con toda verdad a sor Eutimia, un simplemente... ¡Gracias! Pero nada de esto es noticia.

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