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PANCARTA

Una “justicia” solo útil para los ricos

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Raúl Pérez Peña (Bacho)Santo Domingo

En una concurrida esquina urbana alguien comentó que “la justicia solo es útil para los ricos”, y de repente le respondieron con una pregunta casi a coro: “¿Y usted no lo sabía?”.

El contertulio barrial aclaró referirse a los detentadores de grandes fortunas y a quienes se hicieron “ricos de la noche a la mañana” mediante la politiquería. Agregó a cuantos “hacen dinero” por pacas con una gama de “malas artes”, “como sea y donde sea”.

Terminó dando una cátedra para principiantes, para “jurisconsultos” y para “facultos” etiquetados de “guruses” que “saben de todo y algo más”.

Comenzó su exposición citando la cúpula judicial del país, sobre la que preguntó acerca del ensamblaje de “prominentes bufetes” de nombres sonados más que “sonoros”. Siguió citando “excepciones confirmantes de la regla” que pueden verse “muertos de risa” en los juicios de puro “mareo” en salas judiciales, como las ocupadas por los “encartados” y los encantados del “odebrechazo”.

El personaje proclamó, más de una vez: “no me hagan hablar”, porque entre esas “celebridades”, hay “letrados” de un ejercicio viciado con vitiligo morado, con manchas lavadas y de fácil contagio”. (termina la cita).

Esos tribunos del derecho hacen “puro teatro” en salas entendidas solemnes que debieran ser espacios por justicia para el abanico de víctimas que de allí salen victimados, mientras se premia a victimarios.

El profesor Juan Bosch reproducía que el dominicano conoce “al cojo sentado y al ciego durmiendo”. A sabiendas de quien es quien en las alturas palaciegas y judiciales, se confirma la sabiduría callejera del contertulio citado que puso el dedo en la llaga de una cúpula que para su noble misión institucional se comporta sorda, tuerta manca y ‘calimocha’.

Por esas debilidades, un señor siendo ministro admitió y no pudo rebatir un rollo de rastros con pintas delictivas mientras desempeñaba una función pública. Por lo mismo trasciende el “aduanazo”, sumando los casos del CEA y de “los tres brazos”, el escándalo del gas licuado y otros extintores de la paciencia ciudadana.

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