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Rebelión en la “Revolución Educativa” dominicana

La República Dominicana ha apostado en los últimos cinco años, avanzar hacia una educación de calidad. Se pensó en determinados momentos, que la conciencia nacional no abrigaba dudas de que esa era la única vía, para lograr las grandes transformaciones que requiere el país. Pero la reciente beligerancia asumida por los gremios profesorales ha puesto a reflexionar la sociedad.

El primer paso fue la firma de un pacto colectivo, que de entrada permitió invertir en el sector educativo un 4 % del Producto Interno Bruto (PIB). O sea, un presupuesto anual superior a los RD$200,000 millones, que a la postre iba resultar muy atractivo.

No obstante, el gobierno del presidente Danilo Medina se concentró básicamente en la construcción de edificaciones escolares, acuñando el eslogan “Revolución Educativa”, en medio de una andanada de inauguraciones acompañadas de la jornada extendida, el desayuno escolar, mejora salarial y nuevo currículo.

El jefe de Estado ignoró, a ciencia cierta, que el Ministerio de Educación había incubado por décadas, una macro estructura donde los méritos de un servidor para ingresar a su caótica nómina, debían rivalizar con la imposición del clientelismo, las tratativas, el parasitismo y nepotismo a todos los niveles. Cuando se realizó una auditoría los resultados fueron catastróficos, pero la percepción que hay es de que todo volvió a la posición anterior después de algunas escaramuzas.

Ignoró también el presidente que las evaluaciones a técnicos, personal docente y directores regionales, distritales y de centros educativos estuvieron vedadas por siempre. Y que cuando comenzaron los concursos, las ”vacas sagradas” ya se habían preseleccionado, y su participación en la disputa solo llenaba un formalismo. En esas circunstancias no prevalecían las confrontaciones.

Es pertinente preguntarse, entonces ¿cuándo termina la luna de miel y comienzan las veleidades entre la “Revolución Educativa” y las organizaciones, como la Asociación Dominicana de Profesores (ADP), que inciden en los meandros del sistema educativo?

No se puede obviar una extraña coincidencia. Las principales rebeliones de la ADP y la asociación de técnicos, ambas dominadas por el gobernante Partido de la Liberación Dominicana (PLD), estallaron cuando el presidente Medina y su ministroAndrés Navarro comienzan lo que han denominado la segunda “Revolución Educativa”.

¿Qué implicación tendría este nuevo paso que alertó a los gremios peledeístas y los ha conducido por el camino de las protestas y paralizaciones de docencia? Según las propias palabras del mandatario, ahora se comienza a priorizar la formación de docentes bien preparados, bien motivados y completamente al día con las últimas técnicas pedagógicas, incluyendo el uso de tecnología en las aulas. Pasando de la escuela de lápiz y papel a la de pantallas y contenidos digitales. Pero algo más, 20,000 nuevos maestros y 4,000 directores de escuelas de excelencia.

A cualquiera podría resultarle evidente, que si la educación es el propósito central del gobierno de Medina, al igual que de organismos internacionales y los actores del pacto educativo, la República Dominicana tendrá que asistir irremediablemente a transparentar la nómina del Ministerio de Educación y profundizar en los concursos por competencia, para seleccionar los nuevos actores del sistema educativo.

Paralelamente, se tendría que insistir en la modificación de la ley 66-97, para adaptarla a la nueva realidad, así como continuar aplicando el régimen de pensiones y jubilaciones a quienes no solo se resisten a los cambios que se producen en el mundo, sino que cumplieron con su misión en un sistema que ha arrojado vergonzosos índices de calidad.

De lo contrario estaríamos asistiendo al fracaso de todas las metas que se ha trazado este gobierno y la sociedad dominicana, para formar a una nueva generación de profesionales y técnicos preparados, con capacidad y sentido crítico, quienes estarán llamados a sacar el país de la situación en que se encuentra.