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UN MOMENTO

La dicha de compartir

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Mons. Ramón Benito de la Rosa y CarpioSanto Domingo

En los últimos meses he tenido la oportunidad de celebrar varios santuarios, nueve días, mes…, por los difuntos que han partido.

Es una oración que hacemos, y justamente en estos días me ha impactado.

He caído en la cuenta de cómo los que están alrededor del difunto, del que ha partido, valoran lo que ha hecho, así como lo que ha hecho por los demás. Muchas veces hemos sido testigo de gente necesitada que ha venido, no porque sea familiar ni amigo, sino porque aquella persona le hizo un bien, y he recordado esta frase de la Biblia: “Dichoso el que cuida del débil y del pobre”.

Dichoso. Hay una alegría en dar, como dicen también las Sagradas Escrituras, pero hay también una alegría después que se muere, porque se le sigue llamando dichoso.

Bendita sea esta persona, bendita sea esta mujer, este hombre que me ayudó en tal o cual necesidad y de ahi la importancia de esa frase: “Dichoso el que cuida del débil y del pobre”.

Dichoso. Dichoso es en vida, porque su nombre es bendecido y recordado, y dichoso es después de la muerte, porque se le sigue bendiciendo y se le sigue recordando.

Es también impactante ver que cuando una persona muere, se le entierra y tenemos que orar por él, como lo hacemos en la Iglesia, pero que la gente no calla, no habla bien de él, porque no hizo nada, ni por el pobre ni por el débil, por eso no es dichoso, ni incluso después de la muerte.

Dichoso el que cuida del débil y del pobre, porque será dichoso mientras vive y dichoso después que muere.

Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos.

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