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PENSANDO

¿Por qué la benevolencia?

En el mundo de las virtudes, sentir la benevolencia es la más fina expresión de humanidad frente a los que nos rodean. Entender a fondo lo que representa la reciprocidad de nuestras acciones en sociedad es parte de nuestras conquistas, que, a través de la benevolencia, nos llevan a comprender que sin el reconocimiento a los demás no podríamos llegar a construir nuestras metas y realidades. Cuando vemos y reconocemos nuestras imperfecciones y la bondad de aquel que nos honró dándonos la razón, el lenguaje y una sociedad para recibir y otorgar ayuda y obligaciones mutuas; comenzaremos a ser benevolentes con los demás. Tus alimentos, tus ropas, tu comodidad, tu protección frente a los daños, tu goce de las comodidades y placeres de la vida, todas ellas, las debes a la ayuda de los demás, y no podrías ganarlas sino viviendo dentro de los lazos de la sociedad. Practicar la benevolencia colocará tu corazón en una actitud de producir buenas obras, porque siendo amigo de la humanidad, los hombres serán siempre tus amigos. Gozar de paz y tranquilidad, de comodidad en nuestro ser, es regocijarse con la felicidad y prosperidad de los que comparten nuestras inquietudes dentro de la sociedad. El hombre benevolente se acerca cada día a una mejor calidad de vida, sustentada en el reconocimiento de lo que realizamos para entender que todos los que nos rodean son parte de nuestros logros y aspiraciones. Conservando nuestros deseos dentro de los límites de la moderación que nos da la benevolencia, es abrirle las puertas a la justicia para que nos guíe. ¿De qué nos valdría levantar falsos testimonios? Es sabio que en tu trato a los demás seas justo e imparcial para no hacer lo que no quieras que te hagan. La benevolencia siempre te dará la ayuda suficiente, porque en tu memoria hallarás motivos para corregir tus fallas y rectificando en sí mismo, harás una pronta reparación en lo más que esté a tu alcance. Entonces, ¿sería la benevolencia un deber social? Pienso que sí, porque juzgándonos a nosotros mismos tendremos siempre el deber de juzgar a los demás con la racionalidad de reconocer que todos somos entes de crecimiento y maduración en nosotros mismos. La benevolencia es un sentimiento que cuando lo aplicamos nos llena de bienestar espiritual porque con él, nos regocijamos en la sublimidad del respeto mutuo.

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