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EL BULEVAR DE LA VIDA

Cronicanto a las María Magdalena proletarias

LAS BUENAS ARTES DE LA MAGDALENA. - Las leyes del país no prohíben la prostitución, sino el proxenetismo. La lícita práctica de comercio y negocios mediante la cual una persona entrega a otra un bien (500 pesos o tres mil dólares, una jeepeta o una maestría, un carro en dealer amigo o un nombramiento sin trabajo en el Estado) a cambio de sostener con ella una relación sexual y/o sentimental, es la cosa más común y cotidiana en todos los estratos y niveles sociales de nuestro país y del mundo. La empresa de la prostitución en República Dominicana es tan variada, policlasista y rentable, que podríamos asegurar -sin que el Banco Central nos corrija-, que ella aporta tanto al PIB como una telefónica o un banco, y cuidado. Por ejemplo, el turismo de cualquier país estaría incompleto, si entre las ofertas formales, informales o sugeridas no estuviese la del servicio del santo fornicio, la posibilidad de una meditación horizontal con subida al cielo. En la legal actividad del santo fornicio en nuestro país y en casi todo el mundo, por haber, hay desde grandes empresarias de chalet y marina, hasta grises emprendedoras vencidas que ejercen en “la bolita del mundo” de cada país, pueblo o ciudad, en los alrededores de un parque, de una iglesia, un gym o un ministerio.

“VÁYASE AL PASO”. - En el tema de la prostitución hay que manejar despacio. Por haber, hay hasta prostitutas de un solo dueño, al que, ni borracho, loco ni amarga’o, nadie osa llamar por su nombre. Se les dice, “amiguita”, “queridita”, “noviecita”, “amigaconderecho”, pero nunca jamás prostituta. A esas, nadie cuestiona ni dedica un reportaje ni un comentario con gadejo. Y tienen razón de no hacerlo, pues se trata de lícito comercio, ya dije. El problema, o sea, lo que jode, es que quien convive tan feliz y divertido entre prostitutas de medio alta y alta alcurnia, pueda llegar a ser tan cruel y descalificador en el caso de las María Magdalena del proletariado y mis afectos. “Amiga del corazón, mariposita andariega, rosada flor deshojada sin conocer primaveras”, que dice el Umbrales.

“Y NUNCA LE COBR”, LA MAGDALENA”. - Llama la atención y acerca a la indignación, la crueldad con que periodistas, líderes de opinión, opinadores de oficio, escribidores de diarios, abogados con caspa, pastores sin receso, sociólogos en retiro y moralistas de pacotilla tratan a las prostitutas del proletariado, a las María Magdalena, tan amada por el hijo del Mismísimo. Es así como uno se encuentra con gente a quienes sorprende e indigna que existan prostitutas (de las pobres), y consideran el oficio como “indecoroso” y “sacrílego”. Pero resulta que este lícito comercio no puede ser indecoroso ni sacrílego, pues, si lo fuera, se estaría atentando contra la esencia del sistema capitalista: la inversión de una fortuna (o la “rosa del pubis”) para obtener una ganancia. Los muy señores hacen una aplicación selectiva y elitista de las leyes, de la moral y hasta de la religión. Sólo encuentran inmoral, indecente, sacrílega e indecorosa la prostitución que ejerce esa pobre joven pobre que, de tan pobre, sale a “hacer la calle”. Esa que ofrece sus servicios a muy bajo precio y con mínimo confort, aves de paso de la alegría, “damas de noche, que, en el asiento de atrás de un coche, no preguntaban si las querías”, como dice mi dilecto y casi bienvenido sor Joaquín Cardenal Sabina. Tócala otra vez, Sam, ombe: “Dueña de un corazón tan cinco estrellas, que hasta el hijo de un dios, una vez que la vio, se fue con ella...”.

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