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Buena lección

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Luis Encarnación PimentelSanto Domingo

Si partimos de aquello de que “no hay nada tan malo que no tenga algo bueno”, el final de la litis judicial entre el expresidente Hipólito Mejía y el senador Wilton Guerrero al considerar el primero que el legislador del PLD lo había difamado con una acusación alegre que le hiciera en el fragor de la campaña, deja como resultado más de un aspecto positivo. Lo primero es que si el sistema judicial tiene como salida honrosa o solución civilizada la figura de la “conciliación” entre las partes en pugna, nunca estaría de más contemplar la posibilidad de “un buen arreglo, antes de echar un mal pleito”. Cuando el caso Hipólito-Wilton estaba a punto de perimir o que el legislador banilejo fuera condenado por difamación e injuria, los jueces del tribunal supremo (en algo nada alarmante ni pecaminoso, porque lo contempla el ordenamiento) le sugirieron al acusado ofrecer disculpas públicas al ex gobernante, a fin de archivar el expediente y dar el litigio por concluido. Así se hizo, y no solo la sangre no llego al río, sino que ganó la prudencia y la civilidad política. Aceptada la disculpa, algo a lo que en principio Mejía habría estado reticente, se entiende que entre las dos figuras de parcelas políticas distintas no hay enemistad ni dolamas personales, por lo que al encontrarse pudieran cruzar saludos en lo adelante. Pero la mejor lección que nos puede dejar este caso, es el del aprendizaje de que - en la política, en el uso de los medios de comunicación o en la vida diaria - el ciudadano simple o el encumbrado debe ser prudente y respetuoso al hablar, y tener bien claro que el acusar a otro de algo que no pueda probar tiene consecuencias. La ofensa al honor y a la honra de quien tiene familia duele, y con eso no se puede jugar. Por eso mucha gente entendió a la vicepresidente Margarita Cedeño, frente al daño muy bajo que se le quiso hacer en campaña. Queda todavía, en la misma línea, el caso Faña-José Ramón Peralta, el Administrativo de la Presidencia, que también se considera difamado por el primero y lo llevo a la justicia. Aquí parece oportuna la recomendación del jurista Julio Cury al directivo agrario del PRM, en el sentido de que imite lo que hizo Wilton con Hipólito y le ofrezca disculpas públicas a Peralta. Creo que seria lo mejor, y quizá su líder - el propio Mejía- sea el mejor mediador.

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