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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Conflicto entre Gregorio VII y el Enrique IV

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

El conflicto entre Gregorio VII y Enrique IV estalló, cuando al ser depuesto el Obispo de Milán en 1075, la vacante fue aprovechada por Enrique IV de Alemania para nombrar por su cuenta a otro candidato entre los eclesiásticos de su simpatía. Milán era parte de los dominios de la corona alemana.

El 1076, Enrique IV, reprendió duramente al Papa Gregorio VII. En varias cartas, afirmaba que el Papa es un usurpador. Enrique convocó un Sínodo de obispos partidarios de su causa y ¡depuso al “falso monje Hildebrando!” El Rey se consideraba -en carta a Hildebrando - Vicario de Cristo, poseedor de una de las dos espadas del Evangelio. El Papa suspendió la autoridad del rey (durante la Cuaresma del 1076) y libró a sus súbditos de toda obediencia al Emperador. La medida de suspender la obediencia al emperador, rompía los fundamentos del feudalismo. Los nobles alemanes se reunieron y opinaron que Enrique IV debía de defenderse ante el Papa.

Gregorio VII viajó hacia el norte de Italia, pero su escolta para atravesar territorios peligrosos, no acaba de llegar. Oyó rumores de que el emperador se acercaba con sus fuerzas y se refugió en un castillo. El Emperador se daba cuenta de que día tras día iba perdiendo apoyo entre sus súbditos alemanes. Por tres días el Emperador se humilló, arrodillado en la nieve, ante el Castillo de Canossa. Matilde, la señora del castillo, y el abad Hugo de Cluny, padrino de bautismo de Enrique IV, intercedieron ante el Papa, pues eran, respectivamente, prima y padrino rey. La expresión “ir a Canossa” se ha conservado en el discurso político para referirse a la necesidad de humillarse ante una autoridad superior. Este conflicto entre el emperador alemán y el papa, forma parte de la llamada la Querella de las investiduras.

El Papa le levantó la censura al rey. Y ahora los nobles alemanes se sintieron traicionados por el Papa. Habían defendido al Papa Gregorio VII cuando Enrique IV lo atacó, y se pusieron del lado del Papa contra el monarca, ¡y ahora el Papa perdonaba al rey! Por su parte, Enrique IV pronto volvió a las andadas.

El 7 de marzo del1080, Gregorio VII excomulgó por segunda vez a Enrique IV.

Los sucesos se precipitaron: el 25 de junio, un grupo de obispos alemanes, partidarios de Enrique IV, depusieron a Gregorio VII, quien les predijo un desastre. Un antipapa [un papa rival] fue elegido para mostrar que Gregorio VII no era un papa digno según el Emperador.

Mientras tanto, Rodolfo, pretendiente al trono y adverso al Emperador Enrique IV, murió en combate el 15 de septiembre de 1080. La causa de Gregorio parecía condenada al fracaso. En ese momento, se desató una guerra de panfletos elaborados por el rey y el papa. Gregorio VII se refugió en el castillo del Santo Ángel en Roma, pues al entrar las tropas de Enrique IV, Gregorio VII había perdido el control de la ciudad, que ahora estaba en manos de un papa rival que le declaró depuesto.

Clemente III, un antipapa, ocupó el trono pontificio el 24 de marzo del 1084.

Entonces, los normandos, partidarios de Gregorio VII, retomaron Roma, y de paso aprovecharon para saquearla. Luego regresaron los partidarios del Emperador y Gregorio VII tuvo que huir a Salerno donde murió el 25 de mayo de 1085. Antes de morir se dice que exclamó: “He amado la justicia y aborrecido la iniquidad, por eso muero en el destierro.” Había levantado todas las excomuniones menos la del Emperador y las del papa rival.

El Papa León XIII lo beatificó en 1887. Sus ideas políticas se discuten hasta el día de hoy, su integridad y deseo de libertad para la Iglesia y su misión, siguen siendo admirables.

El autor es Profesor Asociado de la PUCMM mmaza@pucmm.edu.do

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