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EL ROEDOR

Letrados, ONG, neoliberalismo

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Aristófanes UrbáezSanto Domingo

“Nadie, sea joven o viejo, puede temer a la muerte cuando se trata de defender a su Patria” --Gladys Santos Románó

- Les juro que no para nadie en particular. Pero si el gallo no canta, Pedro no se hubiese dado cuenta que traicionó tres veces al Cordero” (a.u).

Aquí, en este país, se reconoce el derecho de los haitianos a defender su patria y hasta de imponer sus intereses a los demás. Sin embargo, se les niega tajantemente ese mismo derecho a los dominicanos. ¡Ah, es que eres antihaitiano!, grita cierta gente. ¡Estás contra los derechos humanos! Pero los derechos humanos tienen que ser válidos para todos, para el ciudadano de un país y para el “otro” también, o ya no son derechos humanos. Es que la defensa de los derechos humanos se ha convertido en una nueva ideología, como lo fueron el capitalismo y el comunismo antes, y, además, en una enorme fuente de lucro para oenegés de todo tipo. Pero, explícame cómo un gobierno, cualquiera de ellos, puede subvencionar sin problema a una asociación que aboga por la limitación de sus poderes y hasta por su misma destrucción. Es un absurdo; sin embargo, es exactamente lo que ocurre, aquí en RD como en España o Italia. Que la defensa de los derechos humanos es una ideología al servicio de los intereses del sistema neoliberal, el cual no cree en los estados nacionales y quiere eliminarlos, es evidente por el hecho de que se encuentra por todos los lados del globo. Si no fuera así, no lo estaría. Hay que respetar los derechos del “otro”, pero sin irrespetar nuestros propios derechos. Es bonito hablar de un mundo globalizado donde no existan diferencias étnicas. Lo único que eso es válido sólo para los países poderosos, los cuales tienen su agenda ideológica y quieren imponerla a rajatabla a cada país.

La agenda desnacionalizadora está en manos de intelectuales de ascendencia izquierdista en todos los países donde se registra este cambio. Al caer el muro de Berlín, los intelectuales que vivían del cuento de la revolución socialista se encontraron sin causa y, peor aún, sin recursos, los cuales les provenían de la Unión Soviética. Habían cambiado los tiempos; la historia había supuestamente llegado a su fin; entonces, parafraseando a Lenin, ¿qué hacer? Había que buscar el pan de cada día, y eso se alcanzaba o sudando la gota gorda trabajando, algo a lo cual no estaban bien dispuestos, o buscándose otro amo, el cual, encargándolos de una nueva cruzada, les haría posible tener unos cuartos en el bolsillo con que tomarse una cervecita en el Malecón con sus amigos. Los intelectuales izquierdistas optaron, pues, por venderse. Y se vendieron exactamente a sus viejos enemigos, esos mismos contra los cuales habían luchado desde el siglo pasado. Éstos, contentos, se hicieron los generosos y les encargaron crear ONGs de supuesta ayuda humanitaria, parte de una fantasiosa sociedad civil inventada por ellos, las cuales se dedicarían a socavar al Estado nacional y sentar las bases por una nueva utopía, la del mundo globalizado donde, de nuevo, el cordero se acostaría con el lobo.

Esa es la gente que hoy gestiona el poder en muchos países. Son personas sin escrúpulos que se venden siempre al mayor postor, que se olvidaron de su historia y consideran la palabra “patria” como una palabra sucia. No estoy exagerando. En Italia, por ejemplo, los que gestionan el poder para los banqueros y los intereses extranjeros son todos excomunistas. Desaparecido el glorioso PCI de Antonio Gramsci, muerto en prisión, y no exactamente por culpa de los fascistas de Mussolini, se insertaron rápido en otros partidos que anteriormente habían combatido. Cuando éstos colapsaron, se pasaron al movimiento de Berlusconi. Al apagarse la estrella política de este payaso se inventaron un nuevo partido, llamado el Partido Democrático, ahora en el poder, el cual no solo hizo campaña empleando la mismita imagen de Obama, sino que, ganadas las elecciones, se dedicó a vender a intereses foráneos.

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