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FE Y ACONTECER

“Conviértanse y crean en el Evangelio”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

Primer Domingo de Cuaresma 18 de febrero 2018 - Ciclo B

La Cuaresma o preparación para la Pascua de Resurrección es el período de 40 días que va, desde el Miércoles de Ceniza hasta el Jueves Santo. En la Sagrada Escritura encontramos varias cuarentenas de días y de años. Así: el diluvio universal duró cuarenta días; Moisés y Elías llegaron al encuentro con Dios después de una purificación de cuarenta días y cuarenta noches en la montaña; el pueblo de Israel, luego de ser liberado de la esclavitud de Egipto, peregrinó durante cuarenta años por el desierto hasta llegar a la tierra prometida, y Jesús mismo vivió su cuaresma en el desierto de Judea antes de comenzar su vida pública.

Del mismo modo, nosotros entramos en un período de penitencia y purificación en que, como Iglesia, nos preparamos con oración, ayuno y limosna para vivir la Pascua. Iniciamos la ruta del entrenamiento cuaresmal: un ejercicio práctico de vida cristiana, de oración y escucha de la Palabra, de conversión al Señor y de amor a los hermanos.

a) Del libro del Génesis 9, 8-15.

En este texto aparece la figura de Noé, y se percibe que existe una tensión entre el plan armonioso de Dios y la infidelidad y corrupción humanas, es decir, el rechazo libre del plan de Dios. Dice el Génesis, que Dios, al ver el pecado “se arrepiente” de haber creado al hombre (6,6). Ese arrepentimiento de Dios culmina con el diluvio y la destrucción de todo lo creado. Pero en este capítulo 9, se repite la bendición de Dios ya expresada en el principio: “Dios bendijo la obra creada” y de un modo especial a todos los seres vivientes y confía a Noé y su familia el cuidado de la creación. Los versos 8-17 nos presentan la Alianza de Dios con Noé. Es la primera de las tres alianzas, la segunda será con Abraham y la tercera con el pueblo de Israel en el Sinaí.

Después del diluvio, Dios hace un pacto con Noé y sus hijos: “Hago un pacto con ustedes: el diluvio no volverá a destruir la vida ni habrá otro diluvio que devaste la tierra”. La Alianza con Noé tiene la señal del arco iris que aparece en el cielo y es una promesa de Dios de que no habrá otro diluvio que destruya la tierra ni la vida en ninguna de sus formas. A la luz del precepto previo de respeto a la vida, esa promesa significa que Dios hace con ella un pacto de defensa. Con otras palabras, Dios afirma la vida y el orden natural, en que la fe ha descubierto la acción creadora y salvadora de Dios. En todas las páginas bíblicas será una constante que Dios defiende la vida y se compromete a protegerla de quienes la quieren desconocer y violar.

b) De la primera carta del Apóstol San Pedro 3, 18-22.

“Cristo murió por los pecados una vez para siempre, el inocente por los culpables, para conducirlos a Dios: sufrió muerte en el cuerpo, resucitó por el Espíritu y así fue a proclamar también a las almas encarceladas”. En el Credo que proclamamos los domingos en la misa, decimos: “Descendió a los infiernos”. Este descenso salvador fue muy importante para los primeros cristianos, como lo atestigua San Pablo en sus cartas a los Efesios y a los Romanos. Aquellos cristianos les preocupaba la suerte de los pecadores, y en general la de todos los que vivieron y murieron antes de Cristo.

Con esta imagen enigmática del Señor descendiendo a las regiones inferiores y proclamando la salvación a todos los hombres y mujeres de todas las épocas, quiere significarse la salvación universal por parte de Jesucristo a toda la humanidad.

c) Del Evangelio de San Marcos 1, 12-15.

El evangelista Marcos no describe las tentaciones de Jesús en el desierto, ni tampoco menciona el ayuno, sino que en el primer domingo de Cuaresma se limita a constatar esquemáticamente: Empujado por el Espíritu “se quedó Jesús cuarenta días en el desierto, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas y los ángeles le servían” (Mc. 1, 13), el maligno busca apartar o desviar a Jesús de la misión que el Padre le encomendó, por eso lo tienta.

El Espíritu que lleva a Jesús al desierto es el mismo que recibió del Padre en el bautismo. El desierto es lugar y tiempo de tomar decisiones. Se opta por el bien o por el mal. Jesús confirma su opción por el proyecto de Dios en claro contraste con la opción que tomó Adán en el Antiguo Testamento. Los cuarenta días recuerdan las pruebas sufridas por Moisés y Elías.

A propósito del texto del Evangelio de este domingo, debemos decir que todos necesitamos la conversión, como también retirarnos al desierto, hacer silencio y orar. Es una exigencia de nuestra condición humana, hombres y mujeres, que constatamos a diario nuestra debilidad.

Las tentaciones del hombre de hoy son las que experimentó Jesús en el desierto. ¿Cuáles son esas tentaciones?: El materialismo en que prima la economía y el dinero, el tener y el gastar. La magia religiosa que manipula la religión para provecho propio. La idolatría que adora el poder político y el dominio, la explotación y la gloria. Las tres tentaciones se pueden resumir en una. Al hombre de hoy, sometido al secularismo de la vida, al nuevo ateísmo, a la nueva religión de la técnica y del progreso, le tienta el prescindir totalmente de Dios, eliminarlo de su vida.

Todo el mundo con sus valores y contravalores no asegura la madurez y la felicidad de las personas, mientras el progreso y la liberación del hombre no sean integrales y auténticamente humanos. Si el hombre pierde el sentido de Dios carece de un valor absoluto de referencia y perderá también, por lo mismo, el sentido de la dignidad y condición del hombre.

Fuente: Luis Alonso Schˆkel: La Biblia de Nuestro Pueblo. R. Cantalamessa: “Echad las Redes”. B. Caballero. En las fuentes de la Palabra.

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