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FE Y ACONTECER

“Solemnidad de Nuestra Señora de la Altagracia”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

21 de enero 2018 - Ciclo B a) Del Profeta Isaías 7, 10-15.

Esta primera lectura está ambientada en la crisis de los años 735-733 a.C. cuando el reino de Judá se encontraba amenazado desde dentro por sus infidelidades a Yahveh y desde fuera por sus propios vecinos Siria, Israel, edomitas y filisteos que pretenden que Judá se les una contra Asiria.

El rey Acaz, siguiendo la predicación de Isaías, rechaza toda alianza y coalición, lo que provoca que los vecinos se vuelvan contra él estrechando el cerco y buscando deponerlo. Acaz conoce sus intenciones, por eso decide aliarse con el más poderoso de Asiria, traicionando así a Yahveh de quien él era un simple representante, sabiendo que no podía prescindir del Señor y convertirse en un rey como los demás.

Isaías, consciente de la infidelidad del rey y por no haber sido escuchado, se presenta ante la corte demostrando cómo Yahveh puede hacer lo que desee, que le pidan una señal a cualquier nivel. Pero el rey no estaba dispuesto a cambiar su política asociacionista con Asiria, por eso Isaías reacciona y le dice que quiera o no, el Señor le dará la señal: “He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel”, nombre simbólico que significa “Dios con nosotros”. Por la historia sabemos que Acaz desoyó al profeta y que Judá tuvo que sufrir las consecuencias.

b) De la carta del Apóstol San Pablo a los Gálatas 4, 1-7.

San Pablo se vale de comparaciones tomadas de los usos jurídicos al presentar el caso del “heredero” de una gran hacienda, de la cual, sin embargo, no puede disponer, por ser aún menor de edad y hallarse bajo tutores y administradores hasta la fecha señalada por el padre. Con esto resalta el estado de tutela de quien, siendo dueño de todo, en nada se diferencia del siervo hasta que llega la fecha prefijada para su emancipación o mayoría de edad. Hoy en día esta fecha, de ordinario, está ya determinada por la ley; pero antiguamente dependía, dentro de ciertos límites, de la voluntad del padre.

San Pablo aprovecha este dato, pues hasta la venida de Cristo estábamos bajo el pedagogo y luego, llegado Cristo, somos ya “hijos de Dios” y “herederos,” según la promesa. Las dos épocas en que queda dividida la historia de la humanidad las caracteriza el Apóstol por “ser niños, vivir en servidumbre, bajo los elementos del mundo” y “ser hijos, herederos por voluntad de Dios, conocidos de Dios”. El paso de una época a otra se debe, en última instancia, a la voluntad del Padre, quien, al llegar la fecha por Él señalada, envía a su Hijo para realizar el cambio; es, pues, un contrasentido lo que ahora tratan de hacer los gálatas, queriendo volver a la época de servidumbre o minoría de edad.

c) Del Evangelio de San Lucas 1, 26-38.

Nos encontramos con una espléndida composición literaria de Lucas, en la que se pueden distinguir tres aspectos: el dato revelado, la escenificación dramática y su interpretación.

El dato revelado es el hecho histórico de la Encarnación del Hijo de Dios, Jesucristo, en el seno de una joven judía llamada María. No estamos ante un relato mitológico de los que abundan en las antiguas religiones, sino ante un acontecimiento real, que San Pablo expresa en su carta a los Gálatas: “Cumplido el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer” (Gál. 4, 4). María asume voluntariamente su maternidad divina, propuesta por el ángel Gabriel, hecho que condiciona toda su vida y su relación con Dios.

La escenificación de este hecho es una página incomparable del evangelista Lucas, los protagonistas son: el ángel del Señor, María, el Espíritu Santo y Jesús que es el Hijo de Dios y toma naturaleza humana en el seno de María. El diálogo entre el ángel Gabriel y María es un episodio real de la historia de la salvación, porque el texto bíblico nos transmite un mensaje histórico y como tal debe ser leído.

Todo el texto rezuma citas y alusiones a la Escritura, para poner de relieve la gran novedad: El Mesías prometido en el Antiguo Testamento entre en la historia humana. Por eso el ángel de la Anunciación se llama Gabriel, que aparece en la profecía de las setenta semanas de años del profeta Daniel (9, 21-23). Al cumplirse ahora el tiempo, Dios establece un comienzo totalmente nuevo en la historia humana.

Mediante la Encarnación del Hijo de Dios, en la raza humana para la restauración de la misma humanidad, el Espíritu opera la nueva creación; “porque para Dios nada hay imposible”, comenta el ángel repitiendo lo que el Señor dijo a Abrahán, el padre de la promesa mesiánica, cuando los tres mensajeros anuncian a Sara, ya anciana, su futura maternidad (Gén. 18, 14).

La interpretación es el ambiente propio de los relatos del evangelio de la infancia de Jesús, tanto en Mateo que destaca la persona de José como Lucas que se centra en la figura de María. El episodio de la Anunciación pertenece a ese “evangelio de la infancia” según Lucas, que no busca primordialmente narrar una historia detallada, sino revelación de Dios basada en la historia de salvación, iluminada con referencias del Antiguo Testamento y leída desde la fe pascual de la primitiva comunidad cristiana.

Para su proyecto de regeneración humana por Cristo, Dios cuenta con el “sí” de María: Y la respuesta de Ella, su “hágase” incondicional, ha de convertirse en programa de vida del creyente y de la comunidad eclesial, que, en la actitud de María, reconoce su propia misión de servicio a la obra de Dios y su vocación a la santidad.

Acabamos de comentar el texto de la Anunciación del ángel a María y podemos deducir con la más legítima tradición de la Iglesia, apoyada en la Sagrada Escritura, que María fue escogida desde la eternidad para ser la Madre del Hijo de Dios. Para la Iglesia Católica es una verdad indiscutible que ha consolado a la comunidad eclesial desde sus mismos orígenes. Sabemos, además, que María desempeñó un papel determinante en el seno de la comunidad apostólica. Puede decirse que su presencia entre los discípulos de su Hijo y entre los primeros cristianos era una prolongación de la presencia de Jesús.

Mañana celebramos en la República Dominicana la Solemnidad litúrgica de Nuestra Señora de La Altagracia, Protectora del Pueblo Dominicano, también se celebra en otros muchos lugares en donde viven nuestros compatriotas. Muy pocas devociones populares de los dominicanos se asemejan o igualan al cariño, confianza y veneración que este pueblo profesa por la Madre de Jesucristo, aprendamos de ella a creer y a fiarnos del Señor.

Un día como mañana debemos ir espiritualmente a Higüey, sumarnos a las largas filas que se encaminan a venerar la imagen bendita de la Virgen y ante ella encomendar a nuestras familias, comunidades, pedir por nuestro país y por quienes lo dirigen y gobiernan.

Fuente: Luis Alonso Schˆkel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra. http://www.mercaba.org/Biblia/Comentada

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