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IDEANDO

Los tiempos han cambiado

Antes, la gente que usaba aretes, llevaba tatuajes, andaba despeinada y vestía de manera descuidada, no era bien vista por los demás. Existía una predisposición hacia los jóvenes que se comportaban de esa manera y asumían ese tipo de conducta.

Todos los “peluses” de entonces eran mal vistos y gozaban de mala reputación. Esos códigos conductuales rompían con una forma de actuar y de ser que no admitía cambios.

Había una especie de estigma acerca de ese tipo de personas y nadie las valoraba. Socialmente eran mal vistas.

Eso mismo sucedía con los homosexuales: eran motivo de asombro, de burla, de rechazo.

Y las jóvenes fiesteras, las que iban a todos los bailes y eran pródigas en el amor, también eran mal vistas porque eran “chiviricas”.

Todas estas conductas eran rechazadas por la sociedad y le restaban valor a la gente.

Sin embargo, al cabo de los años, se ha producido una revolución social donde hay licencia para todo. Lo que antes era un escándalo, ahora es algo normal. Se ha producido una metamorfosis social grande en el país.

Grupos que ayer no tenían ningún tipo de reconocimiento y asidero, hoy gozan de la admiración colectiva.

Ahora quieren que sea normal la homosexualidad, el lesbianismo, la vestimenta casi harapienta y que los tatuajes sean adornos y parte de la vestimenta de la juventud.

A nadie le asombra ahora cómo visten los muchachos ni las cosas que llevan en su cuerpo ni cómo andan. Ya esas simbologías sociales no le llaman la atención a nadie y son aceptadas con normalidad.

Pocas celebridades del mundo no tienen algún tatuaje en su cuerpo. Por más estrafalaria y desaliñada que sea la conducta de un muchacho hoy, nadie la cuestiona ni la rechaza. Poco a poco nos hemos ido acostumbrando a verlo y aceptarlo así.

Lo que antes era anormal, ahora es cotidianidad generalizada. Cualquier muchachito fuma y se embriaga, anda con unos pantalones por la rodilla, llega a la casa a cualquier hora de la madrugada, sale de fin de semana con la novia, en fin, asume comportamientos que antes eran inimaginables y nadie se sorprende por ello. Realmente los tiempos han cambiado y ahora no sabemos si para bien o para mal.

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