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¿Justicia o negocios?

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Ruddy L. GonzálezSanto Domingo

Las tormentas generadas bajo el emblemático escándalo Odebrecht, que ha estremecido estructuras del sistema político latinoamericano, lo veo como un perfecto juego de ajedrez en que pueblos de la región han sido puestos en jaque, bajo el baldón de corrupción, sin pretender negar que haya indicios reales en acusación originaria.

En el Brasil ‘respondón’ de Lula y Dilma fue arrasado el andamiaje económico-político-social, llevándose de encuentro a la presidenta Rousseff, mantiene en jaque al expresidente Da Silva, sacudió la clase empresarial y afectó sensiblemente la marca país que se expandía vertiginosamente por el mundo como timbre orgullo de Latinoamérica.

En el Ecuador ‘malcriado’ de Rafael Correa, el presidente Lenín Moreno llevó a la cárcel a su vicepresidente Jorge Glas y chocó de frente con su ex aliado, el expresidente Correa. En Perú, el presidente Pedro Pablo Kuczynski luego de perseguir a tres expresidentes, se salvó en un tris de la destitución, cuando la líder opositora Keiko Fujimori lo llevó a juicio político, abortado en medio de un oscuro indulto al expresidente Alberto Fujimori.

En Colombia, Panamá, Venezuela, México, Argentina, Guatemala y República Dominicana el caso Odebrecht envalentonó opositores a tratar de revertir el status quo, abriéndose las compuertas para las conjuras y las vendettas.

Aquí, las rabiosas presiones políticas de oposición y del grupo Marcha Verde, no lograron desestabilizar al régimen y menos involucrar al presidente Danilo Medina y/o al expresidente Leonel Fernández en la corrupción denunciada. En cambio, el estamento judicial ha abierto proceso con 14 acusados, políticos y empresarios privados, con medidas de coerción, tras concretar un acuerdo avalado por un juez, mediante el cual Odebrecht paga una multa de US$184 millones y la empresa concluye el más emblemático proyecto nación, las plantas Punta Catalina.

En este panorama, mientras Odebrecht ha reconocido sus culpas, sus ejecutivos están pagando sus acciones con cárcel y despliega serios esfuerzos por reinventarse con rígidas normas de transparencia hacia adentro y hacia afuera, Latinoamérica está de arriba a abajo embarrada y postrada con el estigma de la corrupción. En cambio, Estados Unidos, el detonante del caso, disfruta de la experiencia y eficiencia de construcción del consorcio brasileño. De ahí el asombro de no pocos dominicanos cuando llegamos a Miami al ver los letreros de Odebrecht en megaconstrucciones. Las cifras lo explican: Odebrecht ha ejecutado más de 60 obras en Estados Unidos y sigue construyendo soluciones viales en la Florida.

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