UN MOMENTO
Puerto Rico y la Virgen de la Altagracia
Fui invitado el año pasado, en diciembre, para dar una charla a los sacerdotes de la arquidiócesis de San Juan de Puerto Rico.
El arzobispo, monseñor Roberto González, me pidió que hablara de la Altagracia, dada la relación de la Altagracia y Puerto Rico, y dada la presencia de tantos dominicanos y dominicanas en la isla.
Fue algo que me dijo mucho, que me impactó, que me recordó una vez más que entre los dominicanos y los puertorriqueños hay un vínculo más de unión en la Virgen de la Altagracia. No solamente somos solidarios en cuanto a que nos apoyamos mutuamente.
En efecto, somos islas vecinas que a lo largo de la historia, en las vicisitudes de ambos pueblos hemos debido apoyarnos el uno con el otro: en las temporadas ciclónicas el apoyo y la solidaridad han sido grandes. Hay también otra razón importante: la presencia de dominicanos allí, así como también la presencia de puertorriqueños que peregrinan al santuario de la Altagracia.
Yo he sido testigo de puertorriqueñas que han pedido a la Virgen que les ayude en determinados momentos.
Nunca olvidaré aquella, casada con un dominicano, que vino a la basílica desde Punta Cana para encomendarle su situación de no haber tenido hijos, y tuvieron no un hijo, sino dos, y agradecidos volvían.
Esos testimonios hablan de la relación de Puerto Rico y República Dominicana también en un punto concreto: la devoción a la Virgen de la Altagracia.
Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos.