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MIRANDO POR EL RETROVISOR

El poder y el deshonor

Arthur Neville Chamberlain, quien fue primer ministro del Reino Unido de 1937 a 1940, quedó marcado históricamente por un acuerdo que firmó con el canciller y líder alemán, Adolfo Hittler, con el que trató de evitar un conflicto bélico a gran escala en Europa.

La respuesta que recibió tras el pacto alcanzado de Winston Churchill, quien ocupó luego en dos ocasiones el mismo cargo de Chamberlain (1940-1945 y 1951- 1955) e históricamente recordado por el liderazgo que ostentó en tiempos de guerra, fue la siguiente: “Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra, elegisteis el deshonor y tendréis la guerra”.

En el acuerdo con Chamberlain, Hittler se comprometió a detener sus planes expansionistas, lo que rápidamente violó cuando invadió Polonia el 1 de septiembre de 1939. La sentencia lapidaria de Churchill se cumplió y se dio el mayor conflicto bélico a escala planetaria, la Segunda Guerra Mundial, con un saldo estimado de 70 millones de víctimas.

Líderes políticos han tirado por la borda carreras prominentes y lo que podría quedar como un importante legado para sus países y la humanidad, por decisiones adoptadas solo con el propósito de aferrarse al poder.

Un caso muy patético en República Dominicana fue el del general Pedro Santana, una de las figuras prominentes en la consolidación de la Independencia Nacional, pero que en su afán por perpetuarse en el poder persiguió con saña a sus opositores, incurrió en crímenes atroces y concluyó su carrera política revirtiendo la emancipación lograda en 1844 con la anexión del país a España, 17 años después.

El más reciente caso lo hemos visto con el presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski, quien llegó al poder el 28 de julio de 2016 luego de derrotar en las elecciones de ese año a Keiko Fujimori, la hija del polémico expresidente Alberto Fujimori.

Acusado de beneficiarse de los millonarios sobornos pagados por la constructora brasileña Odebrecht en diversos países de Latinoamérica y África para obtener jugosos contratos de obras públicas, Kuczynski enfrentaba una inminente destitución auspiciada por la oposición en el Congreso del Perú.

La decisión de someterlo a un juicio político fue aprobada por 93 votos a favor y 17 en contra, pero “sorpresivamente” la moción de “vacancia presidencial” fue rechazada el pasado 21 de diciembre al no alcanzar los 87 votos necesarios para su aprobación.

Kuczynski y algunos de sus cercanos colaboradores negaron de inmediato que esa decisión fuera el resultado de una negociación para favorecer con un indulto al expresidente Alberto Fujimori, condenado a 25 años de prisión por corrupción y crímenes de lesa humanidad.

En la pasada Nochebuena, la maniobra de Kuczynski quedó en evidencia con el indulto concedido al polémico político peruano, algo que usó incluso como argumento de campaña para cuestionar a su adversaria Keiko Fujimori y lo que garantizó que nunca haría en caso de alcanzar el poder.

El mandatario peruano, quien se impuso en la segunda vuelta de las elecciones de 2016 con el 50,12% de los votos emitidos, ostentaba ya una baja aprobación cercana al 24% cuando se inició todo este proceso, una clara evidencia de la frustración de los peruanos con la administración del economista y político.

El presidente Kuczynski quizás ha logrado salir momentáneamente airoso de la amenaza de destitución del cargo, pero sin dudas tendrá su guerra, tal y como le advirtió Churchill a Chamberlain luego de las negociaciones con Hittler que marcaron para siempre su ejercicio como primer ministro británico.

Y dejará también un legado signado por el deshonor en su afán de aferrarse a un poder que al fin y al cabo es pasajero.

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