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MIRANDO POR EL RETROVISOR

Un final amargo para Almagro

Luis Almagro ostenta la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos (OEA) desde el 26 de mayo de 2015, posición que logró con el apoyo casi unánime de los 34 Estados Miembros de ese organismo continental, ya que solo hubo una abstención.

El abogado, diplomático y político uruguayo llegó al cargo precedido de una vasta experiencia regional e internacional luego de ser el canciller de su país entre 2010 y 2015.

Su biografía colgada en Wikipedia precisa que como canciller del presidente José Mujica concretó iniciativas emblemáticas que pusieron al pequeño país sudamericano en el mapa global. Se cita recibir en territorio uruguayo a varios detenidos de la cárcel de Guantánamo, hasta darle la bienvenida a decenas de familias sirias víctimas civiles del conflicto de aquel país, pasando por el apoyo en Naciones Unidas para que a partir de 2016 Uruguay forme parte del Consejo de Seguridad. Asimismo se mantuvo la presencia de Uruguay en Haití para asegurar el proceso de reconstrucción del país tras el devastador terremoto de 2010.

Refiere que en el año 2014, la revista Foreign Policy lo eligió como Pensador Global, siendo uno de los diez tomadores de decisiones de la región seleccionados por esa publicación para recibir esa distinción internacional.

Toda esa experiencia y capacidad auguraban que llegaría a ser un secretario general de la OEA de grata recordación en el continente americano, pero no ha sido así.

La Carta de la OEA, suscrita durante la Novena Conferencia Internacional Americana realizada en Bogotá, Colombia, en 1948, expresa que el objetivo esencial del organismo es lograr un orden de paz y de justicia, fomentar la solidaridad entre los Estados Miembros, robustecer su colaboración y defender su soberanía, su integridad territorial y su independencia.

El artículo 3 es bastante claro cuando establece que la OEA no tiene más facultades que aquellas que expresamente le confiere la presente Carta, ninguna de cuyas disposiciones la autoriza a intervenir en asuntos de la jurisdicción interna de los Estados Miembros. Y el artículo 3 indica claramente que entre sus propósitos esenciales también están afianzar la paz y la seguridad del continente americano, así como promover y consolidar la democracia representativa dentro del respeto al principio de no intervención, además de prevenir las posibles causas de dificultades y asegurar la solución pacífica de controversias que surjan entre los Estados miembros.

Almagro no solo ha violentado todos esos propósitos del organismo que dirige, sino que ha impulsado un sinnúmero de acciones, apoyado por un grupo de países desafectos al gobierno de Venezuela, con la única intención de lograr una salida violenta a la crisis en la patria de Simón Bolívar.

Tan lejos ha llegado que, cuando una parte de la oposición agrupada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) decide ir al diálogo con el gobierno del presidente Maduro, tras meses de violentas protestas que no condujeron a nada positivo para esa nación sudamericana, la reacción de Almagro fue que esos integrantes de la MUD ya no representaban a esa coalición y mucho menos los intereses del pueblo venezolano.

Incluso, desde septiembre pasado, Almagro ha impulsado una serie de audiencias en la OEA con el fin de que un grupo de expertos determine si hay base para denunciar a las autoridades venezolanas ante la Corte Penal Internacional (CPI) por crímenes de lesa humanidad.

"Creemos que vamos a tener apoyo de los países a la hora de llevar este tema a la Corte Penal Internacional, sería bueno que así sea", ha dicho Almagro sobre sus gestiones.

Hasta ahora Almagro, quien se pronuncia tan continuamente sobre la situación en Venezuela, solo ha emitido un tuit para anunciar que la OEA realizará un informe técnico jurídico sobre la situación institucional en el Ecuador por el proceso de consulta popular.

El activo y parlanchín Almagro, tampoco se ha referido a la crisis post electoral en Honduras, ya con un saldo de 16 muertos, según el Comisionado Nacional de Derechos Humanos de ese país, durante las manifestaciones de simpatizantes del candidato opositor Salvador Nasralla, que ha denunciado un fraude a favor del actual presidente Juan Orlando Hernández.

A casi 20 días de los comicios celebrados en Honduras, el Tribunal Supremo Electoral de esa nación aun no ha declarado quién es el presidente electo entre Nasralla y Hernández, situación de la que al parecer no se ha enterado aun el “silente” Almagro.

Si en lugar de asumir esa actitud hostil frente al gobierno venezolano, Almagro hubiese apoyado el diálogo como salida a la crisis, tal y como ahora se intenta en República Dominicana con la mediación del presidente Danilo Medina y el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, independientemente de si es auspicioso o fracasa, otra fuera su imagen como la cabeza de un organismo llamado a fomentar la paz en el continente.

La OEA siempre se ha tenido como un ente plegado a los intereses de Washington, y Almagro ha contribuido mucho más a reforzar ese criterio con un ejercicio que pasará a la historia como de los peores y de triste recordación.

Sin dudas un final muy amargo para la carrera política y diplomática de Almagro, tomando en cuenta la aureola de éxito que lo catapultó a la Secretaría General de la OEA.

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