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RELATOS CORTOS

El cargo más aburrido

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Roberto ValenzuelaSanto Domingo

Hace más de dos siglos es una sagrada tradición que los gobernantes norteamericanos –por malos o buenos que sean– traspasan el mando sin rechistar. Optan por un segundo mandato y nada más.

El que puso el buen ejemplo fue su primer presidente, el general George Washington: al finalizar su segundo mandato, sus adulones le pidieron que buscara la reelección nuevamente; y lo alentaban diciéndole que la Constitución se lo permitía. Él respondió que si hizo la guerra a la monarquía inglesa no podía convertirse en un rey o dictador. Explicó que no podía desvirtuar el origen de un gobierno democrático que da oportunidades a todos los ciudadanos que quisieran optar por la presidencia de la nueva nación. Se fue a la vida civil.

Ascendió al poder el abogado John Adams, que había sido el primer vicepresidente de EE.UU. Este lamentaba que la vicepresidencia es el cargo más aburrido y de poca importancia en el mundo.

Unos 31 presidentes respetaron la tradición de una reelección “y nunca jamás”, hasta que Franklin Delano Roosevelt la “rompió” y permaneció en el poder por cuatro períodos. Es el único en ganar cuatro elecciones: 1932, 1936, 1940 y 1944. Se debió a circunstancias especiales. Roosevelt llega al gobierno durante la peor crisis económica que ha sufrido ese país, bautizada como “La Gran Depresión”. Y está considerado como uno de los mejores gobernantes de la historia por la forma que sacó el país de la crisis. Para enfrentar el problema se hizo acompañar de los “cerebros”, nombre que recibieron los miembros de su gabinete y colaboradores.

La otra coyuntura que permitió su reelección fue que el país entró en la Segunda Guerra Mundial. EE.UU., en alianza con Rusia e Inglaterra, ganó la guerra, aunque murió unos meses antes de la rendición de Alemania y Japón. Es curioso que después de la guerra, para que a nadie se le ocurra “inventar”, se realizó la enmienda constitucional número XXII, de 1951, limitando a dos mandatos “y nunca jamás”.

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