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PANORAMA POLÍTICO

Medina y su promesa de hablar a la prensa

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Guarionex Rosa | ANALISTA POLÍTICOSanto Domingo

Hace días, mientras asistía a la apertura de dos complejos turísticos en Uvero Alto, provincia La Altagracia, el presidente Danilo Medina recordó la deuda que tiene con los periodistas que cubren la fuente del Palacio Nacional, de hablar sobre el tema de la reelección.

Medina ha sido muy parco en eso de hablar con los periodistas y ofrecer conferencias de prensa, hasta cuando se siente cómodo con aquellos que pudieran mayormente bien interpretar sus comentarios y no proponerse mortificar a la figura presidencial.

Con su silencio prolongado, el presidente Medina olvidó la afirmación de Abraham Lincoln, el 16avo. presidente de los Estados Unidos, un catedrático y estadista muy pulido, en el sentido de que “en este país, la opinión pública es todo”.

Esa enseñanza que se recuerda y discute todo el tiempo en las escuelas de periodismo de Estados Unidos, creó la noción de la importancia de la prensa, que en su época de presidentes del país (1809-1865), estaba limitada a la escrita, no a la televisión y la Internet.

Lincoln activó la prensa e influyó mucho en la prensa escrita cuando hacía propuestas que terminaron con la eliminación de la esclavitud, uno de los hitos de la civilización. El público corriente le atribuye al estadista haber levantado a los esclavos de su condición.

Trump en un callejón Él no comprende que, “en este país la opinión pública es todo”, ha llevado al actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a un callejón sin salida cuando su régimen va camino al primer año. Su aprobación, dicen las encuestas, es ahora de 32% de electores.

Que un Presidente tenga en contra a la opinión pública no es algo arbitrario si desde antes de su toma de posesión, como en el caso del presidente Trump, mucho de su tiempo lo ha perdido en enfrentar a los medios, en lugar de encarar los problemas nacionales.

El alejamiento de un Presidente de los medios de comunicación, pecado venial que se le atribuye al presidente Medina, aunque sus estrategas niegan esa versión, ignora también la oleada de indignación de muchos países por razones de la corrupción no castigada.

Se diría que ante lo que ocurre en América Latina, en Ecuador como ejemplo, donde el vicepresidente elegido el año pasado, Jorge Glas, fue condenado el miércoles a cumplir seis años de cárcel por recibir sobornos de la empresa Odebrecht, nadie sabe lo que el futuro trae.

Por qué razones cambiar Los estrategas del presidente Medina tienen un argumento de peso para justificar y quizás aconsejar que el gobernante se mantenga en silencio frente a los principales problemas nacionales y de su partido. Se preguntarán por qué cambiar si mantiene la popularidad en alto.

La popularidad de Medina está alta en comparación con la de los mandatarios de los países tocados por el escándalo de Odebrecht, pero ha bajado. La del presidente del Perú, Pedro Pablo Kuczynsky es mucho peor, porque una fracción parlamentaria de la oposición ha pedido su renuncia. No es el tipo de pedimento que hace una organización política aprovechando un momento de baja como ocurrió aquí recientemente con la Marcha Verde, sino la parte mayoritaria del Parlamento que podría despojar al Presidente de su condición.

En Estados Unidos, el presidente Trump afronta reclamos de que renuncie o de que se le someta a un juicio político, como ocurrió con el entonces presidente Richard M. Nixon (1969-1974), obligado a dimitir el último año por el escándalo llamado “Watergate”.

Nixon no escuchó el consejo de Lincoln, ordenó espiar a los líderes del Partido Demócrata e hizo caso omiso a lo que decía la prensa. Quedaron a un lado algunas de sus realizaciones como poner fín a la guerra de Vietnam, abrir relaciones con China, y eliminó la segregación racial en las escuelas de los estados sureños.

Quedó en el destierro en un rancho de Coachella Valley, lejos del alcance de la prensa. Escribió en el libro de visitas de la familia Annenberg que lo acogió: cuando estás abajo, comprendes quiénes son tus verdaderos amigos. Fue una versión suya de la canción de Jimmy Cox sobre lo que se siente cuando se está abajo y afuera. La presencia del Presidente para enfrentar los problemas de su país no es cosa que ganar, mantener o perder la popularidad. Cuando se produjeron las inundaciones que provocaron los huracanes Irma y María, Medina corrió a los lugares afectados.

Eso hizo también el entonces presidente del Ecuador, Rafael Correa, quien desde Roma donde se encontraba para pronunciar una conferencia por iniciativa del Vaticano, regresó al Ecuador ante la devastación que produjo el terremoto de abril de 1916 en las ciudades Manta, Esmeraldas y Manabí.

Aunque sus tribulaciones de ahora, por la situación de su vicepresidente sentenciado en primera instancia a cumplir seis años de cárcel por el caso de Odebrecht, el político, contradicciones aparte, goza de popularidad y es un recurso vivo en una política cambiante.

Con menos aciertos en sus políticas interiores y la popularidad en el piso, el presidente de México, Enrique Peña Nieto, al enterarse de que había ocurrido un terremoto el 19 de septiembre que causó enorme destrucción en la capital, se devolvió a mitad de camino a Oaxaca, donde había ocurrido otro más temprano ese mes.

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