Audacia frente al peligro

En las flaquezas de nuestras esperanzas rotas, procede ser atrevidos y determinados a enfrentar cualquier distorsión de la realidad que amenace la forma de vida que nos hemos impuesto mediante una férrea disciplina.

La audacia debe ser muralla infranqueable que rechace todo pensamiento contrario a los intereses que gobiernan las ideas propias sobre el buen vivir.

Si de alguna manera faltaren fuerzas para enfrentar el desvarío que amenaza destruir la buena dicha de actuar coherentemente, la audacia será fiel compañera que evitará sucumbir al destino impropio que se alimenta de las apariencias.

La cobardía no ayuda a la audacia porque esta siempre encuentra una buena excusa para no asumir con osadía cualquier contingencia a enfrentar.

En la audacia se necesita una pizca de prudencia, ya que puede sucumbirse a la tentación de caer rendido a los pies de una infortunada decisión.

Un exclusivo valor tiene aquí la diligencia porque evita la precipitación. Para embarcarse en la tarea de la adversidad requiere de una firme resolución capaz de poner fin a la oscura noche que nos persigue.

La fortaleza en nuestro estado de ánimo debe ser parte del devenir que espera a aquellos que se resisten a ceder ante la debilidad que soporta a los vicios.

Es preferible pasar sobre las ruinas las esperanzas frustradas, que dejarse atraer por las falsas expectativas de actos que se ocultan en los fracasos y debilidades.

En realidad sólo el audaz que con nobleza hace frente a la virtualidad de la vida, puede encaminarse hacia las obras grandes.