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La Copppal del siglo XXI (I)

(Mi discurso en la XXXVI Plenaria de la Copppal)

El 12 de octubre de 1979, Gustavo Carvajal Moreno, entonces presidente del PRI mexicano, junto a dirigentes de la talla de Tomás Borge, del Frente Sandinista de Liberación Nacional; Rubén Berríos, del Partido Independentista Puertorriqueño; José Francisco Peña Gómez, del Partido Revolucionario Dominicano, y otros dirigentes de nuestra región, celebraron la asamblea constitutiva de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe (Copppal), conscientes de que necesitábamos de un instrumento de carácter continental que sirviera para definir una agenda encaminada a afianzar nuestra identidad, partiendo de los valores políticos, sociales y culturales que la dinámica de la historia fue engendrando para construir la latinoamericanidad que debe impulsar la integración de lo que Haya de la Torre llamó, Amerindia.

Las bases de ese objetivo estratégico fueron estampadas en la Declaración de Oaxaca, un documento que, por su contenido, defi - nió de inicio, el carácter fi losófi co e ideológico de esta organización.

Sería indispensable en lo adelante, para los partidos políticos que quisieran formar parte de nuestra entidad, suscribir este credo, y así lo han establecido nuestros estatutos, desde el original, hasta las últimas modifi caciones autorizadas en la Asamblea Plenaria celebrada hace trece meses en Asunción, Paraguay.

Para cuando se produjo aquel hecho histórico, el actual presidente de la Copppal, en su desorientada mocedad, merodeaba por las calles de Santo Domingo, en medio de la maraña ideológica y política que revoloteaba el los cerebros de los adultos que adolescentes y jóvenes querían seguir, buscando las ideas que encajaran con la formación de sus padres; buscando asumir compromisos que lo llevaran a la militancia partidaria, como en efecto ocurriría, sin que se diera cuenta por muchos años de que existía una organización de partidos políticos latinoamericanos que había consensuado un documento que interpretaba la realidad del momento político en que se redactó, y que hoy, aunque el escenario ha sido modifi cado por cambios importantes, parece interpretar la actual, como si su redacción se hubiera producido por estos días.

El compañero Gustavo, como el resto de los fundadores de la Copppal tenía claro, como expresaba aquella primera declaración en el primero de sus considerandos: “Que nuestra vocación por la unidad latinoamericana es la expresión política del ideal bolivariano, el cual queremos alcanzar por el camino de la no intervención y la decisión soberana de los pueblos”.

Y continúa en otro: “Que no es sufi ciente y efi caz el combate a la intervención y a la presión extranjera si en nuestros propios países crecen la desunión, la represión, la explotación y las desigualdades, y que la erradicación de las injusticias y el subdesarrollo no debe aplazarse por más tiempo; que nuestros países están desunidos por una innecesaria competencia entre unos y otros, y que la existencia de tensiones y problemas pendientes entre países de nuestro continente originan distanciamiento entre pueblos hermanos que atentan contra la acción unitaria y solidaria de América Latina”.

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