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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Una luz en la oscuridad: Cluny

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

Durante los siglos IX, X y primera mitad del siglo XI hemos visto muchos hechos lamentables en el papado y en la Iglesia. Pero no todo fue oscuridad. En el año 910, fue fundado el monasterio de Cluny, seguía la regla de San Benito.

Su benefactor fundador, Guillermo de Aquitania, estableció que este monasterio dependería directamente de San Pedro, en Roma, con lo cual quedaba libre de toda injerencia de los señores feudales y de los obispos locales. Años después, un papado más vigoroso concedió a Cluny toda suerte de privilegios.

Poco a poco, se irán uniendo y afiliando a este monasterio una verdadera confederación de comunidades de monjes. Estos establecimientos también gozaron de la misma independencia.

La gestión del abad Odilón (994 -1049) establecería varios principios decisivos. Primero, todos los monasterios que aspirasen a practicar “los usos” y a gozar de los “privilegios” de Cluny, tenían que vivir en obediencia a la abadía central y a su abad. Los afiliados dejaron de ser abadías para convertirse en prioratos, en los cuales todos los monjes prometían obediencia al abad de Cluny. Segundo, el abad de Cluny designaba todos los priores. Tercero, todas las relaciones eran verticales, los prioratos no se relacionaban entre sí. “El abad y la comunidad de Cluny establecían los reglamentos que concernían a todos y no había asamblea general legislativa.” Cuarto, el abad de Cluny no delegaba su autoridad en nadie, él mismo visitaba personalmente todas las casas, disponiendo lo que consideraba conveniente. “Como se ve, la organización cluniacense se parecía algo a la feudal: el abad de Cluny desempeñaba el papel del rey o del emperador; la profesión de obediencia que los monjes hacían al abad correspondía en cierto modo al homenaje feudal”.

El prestigio del abad de Cluny era tan grande, que muchas veces se ocupó de asuntos personales del emperador y del papa. “Durante casi todo el siglo XI, Cluny fue el centro espiritual de mayor importancia de la cristiandad occidental.”

El estilo monástico de Cluny insistía en la oración “casi la única actividad”. No había tiempo para el trabajo manual, ni para el estudio. A la larga, los monjes dejarán en manos de los siervos los trabajos de los campos. Más tarde, el excesivo ritualismo y formalidad de la liturgia acabarán ahogando el espíritu inicial. En el momento de máxima expansión, hacia el 1109, dependerán de Cluny cerca de 1, 200 monasterios. Cluny produjo muchos artistas y miniaturistas. El estilo de Cluny en sus esculturas y arquitectura se fue propagando. Antes de que el papado se renovase, ya Cluny vivía una vida coherente alrededor del culto. Cuando lleguen los conflictos entre el papa y el emperador, ambos buscarán el consejo del Abad de Cluny.

En los inicios, vivieron su espíritu con suma coherencia debido a varios abades que murieron muy viejos. La incidencia de Cluny creció con el hecho de que sus monjes y monasterios afiliados apoyaron resueltamente la reforma en la Iglesia, difundieron el rito latino y unificaron la liturgia de la cristiandad donde quiera que se establecieron. Eventualmente, casi 200 años más tarde, algunos monjes inconformes con la evolución de Cluny hacia una cómoda posición de mayores recursos, fundarán el Cister hacia el 1098.

En el siglo X, si Cluny fue el principal centro de reforma, no fue el único. También cerca de Namur, en la Bélgica actual, y la región francesa de la Lorena hubo monasterios que fueron importantes focos de reforma. La vida monástica de Lorena marcará a relevantes figuras que volveremos a encontrar en estas páginas, como Bruno de Toul, futuro papa León IX (1049 - 1054), el fogoso Cardenal Humberto de Moyenmoustier y probablemente el monje Hildebrando, futuro, Gregorio VII (1073 - 1085). (Nueva Historia de la Iglesia 1977, II, 132 y ss).

El autor es Profesor Asociado de la PUCMM mmaza@pucmm.edu.do

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