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¡Adiós Armando Hart, amigo mío!

(A Eloísa, con cariño) “Sólo hay una cosa comparable al placer de hallar un amigo: el dolor de perderlo”. (José Martí)

Armando Hart Dávalos, intelectual y revolucionario cubano, antes de integrarse al Movimiento 26 de Julio encabezado por Fidel Castro, era seguidor del Movimiento Nacional Revolucionario que dirigía el filósofo cristiano Rafael García Bárcenas, a principio de la década de los cincuenta del siglo pasado. Fue Ministro de Educación, y luego de Cultura del Estado cubano. La gran cruzada alfabetizadora y los modelos implementados en el nivel educativo cubano, constituyen su legado más preciado, por cuanto fueron valorados por organismos e instituciones internacionales como efectivos e importantes. Director de la Oficina del programa Martiano y presidente la Sociedad Cultural José Martí, estuvo dedicado a la difusión de la obra de Martí. No he conocido un cultor más apasionado del pensamiento de Martí que Hart. A través de Hart mi admiración por Martí se convirtió en devoción. Lo conocí hace ya más de veinte años, cuando el mundo del llamado “socialismo real” encabezado por la Unión Soviética había desaparecido, y Cuba entraba en una fase mayor de dificultades económicas y búsqueda de su propio camino de sobrevivencia sin capitular en sus utopías fundacionales. Hart era impetuoso y brillante. Hablaba de Martí en tiempo presente. Creó el Consejo Mundial José Martí bajo el coauspicio de la UNESCO, cuya finalidad era difundir en todos los continentes el pensamiento martiano. Hoy día, en lugares tan distantes, con los países asiáticos, hay entidades forjadas y orientadas por ese Consejo Mundial. Cuando me invitó a formar parte del Consejo Mundial José Martí me sentí estimulado en poner todo mis esfuerzos en esa causa tan noble y trascendente. Junto a Hart asistí a múltiples encuentros en diversos lugares del mundo donde se puso de relieve la proyección de Martí y la actualidad de su pensamiento. Con Hart desarrollé una amistad profunda que se manifestaba en una relación de cariño y afecto familiar, cuando venía a Santo Domingo o cuando yo iba a Cuba. Sus ideas eran claras y abiertas, su pensamiento era medularmente martiano. Martí para él, estaba por encima de los vaivenes y cambios que habían erosionado el orbe conocido. Y cuando me obsequió las obras completas de Martí, me dijo que me entregaba el armazón teórico, ideológico, moral y creador más sólido y esencial de nuestra América. Nadie como Hart para comprender en su dimensión humana y social los procesos revolucionarios, en la búsqueda de objetivos redentores, pero no era un obcecado, era un pensador, con una claridad de ideas sorprendentes, se planteaba un sendero libertario sobre la base de nuestras propias experiencias, de los contextos históricos, de la reformulación a la luz de los cambios ocurridos en el mundo y el avance impetuoso de la ciencia, la tecnología, la cibernética, la era digital y la post modernidad. No era sectario ni estrecho en su perspectiva de análisis. No podía ser encasillado. Me deleitaba escuchándolo, era como un padre impartiendo un catecismo moral. Aceptaba las diferencias, el pensamiento disidente en varios enfoques, procuraba la coincidencia y la valoraba con agudeza de criterio. Siempre mantuve con esta personalidad latinoamericana el mayor acercamiento humano y martiano. Me presentó a una gran cantidad de personalidades mundiales que asistían a los congresos y foros culturales y sociales. Me hizo sentar al lado de esas destacadas figuras a quienes conocí. Creo que vio en mí, siempre a un hijo, cuya expresividad e identificación con las ideas martianas, garantizaban el seguimiento de los proyectos iniciados. No creo que lo conociera demasiado tarde, porque en los años que lo traté recuperé todo el pasado heroico y agregué todo el presente viviente de realizaciones humanas de este prócer americano.

Tuvo dolores que transgredieron su alma como lo fue en la lucha contra la dictadura de Batista la muerte de su hermano, luego la tragedia de la pérdida sensible de su esposa Haydeé Santamaría, una heroína cubana, que dirigía Casa de las Américas, esa tribuna de difusión cultural impresionante en el continente, y luego la muerte trágica de dos de sus hijos, en la flor de la vida, en un aparatoso accidente automovilístico en La Habana. Tuvo siempre temple para afrontar los grandes desafíos, las penalidades del destino. Nunca lo vi desfallecer en sus ideas, en su fe en una humanidad grande y superior. Le gustaba repetir la frase de Martí, “Patria es humanidad”.

Cuando uno pierde un amigo como Armando Hart, siente que el mundo se tambalea, que el cielo se torna gris, que los espacios libres del afecto y el intercambio de pareceres, la grata compañía de un ser superior en coraje y en decoro, se agrietan. Pero sobre su desaparición sobrevuelan pájaros y auroras inéditas, acordes y eufonías del renacimiento, florido campanario de las almas que se han querido, de los amigos que perduran y trascienden las embocadas oscuras de la muerte.

Adiós amigo mío, Armando Hart Dávalos.

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