Valores éticos en la picota

He dejado pasar un tiempo prudente para referir este tema porque no es aconsejable escribir bajo los efectos del enfado y de la indignación. Lo anterior, porque hay quienes hablan de valores éticos y ni los reconocen, y muchos menos los practican.

Raymond Aron dice que hay que respetar la regla de los sociólogos modernos, que es abstenerse de juicios de valor y del uso de la ironía, pero no siendo sociólogo ni pretendiendo serlo prefiero hablar en lenguaje directo.

Es frecuente encontrar gente que predica la urgencia de la aplicación de valores éticos tomando en cuenta las propuestas transformadoras de la vida social que son cada vez más visionarias y emprendedoras. Sin embargo, quienes dicen sustentar esos valores éticos son entes productivos de insidia, perversión y maldad precisamente desde el lugar donde expresan con gritos de júbilo las metas alcanzadas en el campo de la formación.

La gente con estas cualidades se caracteriza porque hace el bien y el mal indiferentemente con tal que pueda servir a sus proyectos ambiciosos. Se parece al Pigmalión que cuenta la mitología griega, sobre aquel rey legendario de Chipre que enamorado de una estatua que él había esculpido, logró que la diosa Afrodita le diera vida, y se casó con ella. De igual manera pasa con aquellos que mediante una enfermiza obsesión se mantienen en puestos abombados que le sirven de parapeto para enmascarar sus promiscuas y oscuras actuaciones.

Esto traduce la ambición y el egoísmo, de quienes han hecho de estas iniquidades su arma favorita, en una ominosa alianza con otros que como clan incondicional la respalda a sabiendas que no traducen valores morales, y que alguien los llamó raza de víboras. Raza que, desgraciadamente sigue reproduciéndose, engendrando la división bajo transfiguradas formas, modernizados afeites y cosméticas mascaradas en un medio que en lugar de dar ejemplo de integridad se ha convertido en escuela de malignidad e intrigas.