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FUNDACIÓN SALESIANA DON BOSCO

La margarita de Don Bosco

¿Me quiere o no me quiere? ¿A quién se le habrá ocurrido ligar la margarita al amor? ¡Qué ocurrencia! Claro, los pétalos de la margarita se desprenden uno a uno fácilmente y se prestan para ese tipo de acertijo, por no ser siempre pares o impares, lo que crea expectativas, al hacer imprevisible el resultado final.

Se dice que esta costumbre viene de Oriente. Ciertamente no fue ningún dominicano que la inició (jaja), a pesar de nuestra generosa fantasía. También es cierto que la margarita es símbolo de la inocencia y la pureza que indudablemente debe adornar al amor verdadero.

Adornado de inocencia y de pureza estaba el corazón de otra Margarita, ligada profundamente a Don Bosco, Padre y Maestro de la Juventud. Fue la madre de este Apóstol de niños, adolescentes y jóvenes, tan familiar en nuestro país. Cariñosamente la llamamos Mamá Margarita.

Esta mujer fuerte y humilde, campesina iletrada, levantó con sabiduría e inteligencia a sus hijos, en medio de una crisis de viudez, orfandad y pobreza.

Sin que la haya puesto entre la espada y la pared, Don Bosco sometió a prueba a Mamá Margarita, preguntándose: ¿Me quiere o no me quiere? Y ella testimonió que quería entrañablemente a su hijo; por eso abandonó su casa y su campo y se fue a la ciudad de Turín, en Italia, para bregar con Don Bosco, atendiendo a muchachos de la calle. ¡Tremenda y sacrificada tarea!

Ya en el Oratorio de Turín, Margarita se entregó de lleno al servicio de los muchachos abandonados, preparando la comida, lavando, remendando la ropa, enseñándoles a amar a Dios y a ser buenos cristianos y honrados ciudadanos.

Pero también ella se cansó y decidió tirar la toalla, regresando a su campo; ya no aguantaba más a los tigueritos que Don Bosco acogía desde la calle. Y, en ese momento de tan gran decisión, fue el Señor quien de seguro preguntó: ¿Me quiere o no me quiere?

Viendo el Crucifijo que Don Bosco, en forma silenciosa, señalaba cuando le externaba la decisión de regresar al campo, Mamá Margarita le respondió al que todo lo había dado en la cruz: Sí, te quiero.

Y continuó manifestándole su amor en los más pequeños y marginados, sirviéndoles humildemente hasta el final de sus días, acaecido el 25 de Noviembre de 1856.

Esta humilde campesina, que hizo de su vida una entrega de amor, ennoblece a la mujer y, como maestra iletrada, enseña por dónde hay que buscar la dignidad de aquellos seres humanos que comparten con el hombre el compromiso histórico de hacer este mundo mejor, no con palabras, sino demostrando que sí se quiere, aun a costa de sacrificios.

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