Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Recorriendo una época oscura

Avatar del Listín Diario
Manuel Pablo Maza Miquel, S.JSanto Domingo

La ausencia de un poder imperial en Europa, privó al papado de independencia. Esto se aprecia especialmente en el relevo de los papas. En ocho años, a las buenas y a las malas, sucedieron al Papa Esteban (Ü897), ¡ocho papas! Los papas se convirtieron en juguete de los partidos aristocráticos de la Italia central y de la ciudad de Roma, divididos como los de nuestro patio. “Se nombraba y se destronaba a papas con arreglo al bando político que había logrado la victoria.” Para muestra, un botón: relato algunos hechos truculentos, muestra de una decadencia vergonzosa.

Así fue el caso del llamado, “Sínodo del cadáver” del 896. Por presiones políticas, se desenterró al difunto Papa Formoso (891 -896), se le juzgó y luego su cadáver fue profanado y arrojado al Tíber. Se le acusaba de haber apoyado la intervención de fuerzas extranjeras en Italia.

En los inicios del siglo X, el senador Teofilacto mandaba en Roma. Durante 50 años, él y sus familiares, particularmente las mujeres, fueron los verdaderos dirigentes de aquella urbe. La ambiciosa Teodora intervino en los asuntos de la Iglesia. Era la esposa de Teofilacto, y su hija, Marozia, fue amante por un tiempo del indigno papa Sergio III.

Hacia el 928, Marozia era la verdadera señora de Roma. Un hijo de Marozia y de Sergio III llegó a ser papa con el nombre de Juan XI. Durante los años que van del 932 al 954 reinó el centro de Italia Alberico, hijo de Marozia y Alberico, Marqués de Espoleto. El senador manejaba a los papas a su antojo.

En el 954, estando para morir, Alberico comprometió a la dirigencia romana de que cuando muriese el papa Agapito II, su hijo Octaviano sería electo papa. Así sucedió el 16 de diciembre del 955. Octaviano tenía dieciocho años. Se llamó Juan XII. Era un hombre inmoral, que pronto se vio en dificultades políticas. Por eso, en el 962, Juan XII llamó a Otón, hijo de Enrique I (919 - 936) a Roma, para coronarlo emperador y de paso, usar su poder para combatir a sus enemigos.

Al principio, todo parecía suceder según los planes del papa inmoral. Juan XII coronó a Otón I, Emperador el 2 de febrero del 962. Así se renovaba el Sacro Imperio Romano Germánico. Sacro, porque era bendecido por Dios. Imperio, porque en los asuntos terrenales, ninguna autoridad le era superior. Romano, pues se consideraba sucesor del desaparecido imperio romano en Occidente. Germánico, porque la base de su poder estaba en los territorios germanos, que luego serían la Alemania de hoy en día.

Bien pronto Otón I se percató de que Juan XII era indigno de su posición. Cuando en el 963, Otón se enteró de que Juan XII estaba conspirando contra él, ¡lo quitó de papa! y colocó en el trono a León VIII, un laico íntegro que en unos días recibió todas las órdenes. “Esto constituía un precedente peligroso y anticanónico [contrario a las leyes de la Iglesia] que ofendía a la tradición romana y pontificia. La carta que el emperador publicó en esta ocasión contenía una cláusula según la cual, en adelante y para evitar que hombres indignos ocupasen la sede de Pedro, el papa elegido tenía que jurar fidelidad al emperador; los jefes romanos tenían que prestar un juramento de la misma naturaleza, que les obligaba a consultar al emperador antes de toda elección pontificia...” (Nueva Historia de la Iglesia,1977, II, 79-80)

El Privilegium Ottonianum: “garantizaba la autonomía y protección de los Estados Pontificios, pero se exigía también la intervención imperial en la elección papal y el juramento de fidelidad del papa al emperador”. El garante de la idoneidad del Papa, ¡era el Emperador! Por el papado habría pugnas sangrientas entre candidatos imperiales y romanos. Eventualmente se reformaría.

El autor es Profesor Asociado de la PUCMM, mmaza@pucmm.edu.do

Tags relacionados