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Sergio Ramírez y Juan Bosch

El dedo en el gatillo

Sergio Ramírez acaba de ganar el Premio Cervantes. Estoy seguro que dicho alto reconocimiento no se le irá a la cabeza. Seguirá siendo el hombre humilde, generoso, amigo de los dominicanos, el entrañable representante de nuestras letras que nunca se ha desvinculado de sus orígenes centroamericanos y caribeños y que ante todo ha hecho una obra literaria para honrar a su amada patria, a la cual le ha dedicado su talento, y su propia vida.

Una vez narró una de sus tantas experiencias al lado de Juan Bosch, cuando él ejercía las funciones de Vicepresidente de la República Nicaragua. Don Juan envió a ese país un contingente de voluntarios dominicanos para hacer efectiva la campaña de alfabetización de la Revolución Sandinista. El costo del pasaje y los viáticos de viaje de la delegación criolla no corrieron por parte del Estado, sino que el propio Bosch recurrió a la buena voluntad de empresarios nacionales. Lo reunido, fue entregado íntegramente a Sergio Ramírez para garantizar desde Nicaragua la inversión de nuestros representantes. Al finalizar el evento, Ramírez le comunicó a Bosch que el gasto fue inferior a lo planificado y que por tanto, quedaban unos miles de dólares disponibles. Ese sobrante fue reintegrado por Bosch, en justas proporciones, a los empresarios de Quisqueya que habían atendido a su solicitud inicial, e hicieron su aporte.

La mejor noticia que el recién laureado escritor nicaragüense nos trae de aquella jornada ejemplar se vincula con la decisión de Bosch de pagar, de su propio bolsillo, sus gastos de pasaje y estadía de él y de su adorada esposa, doña Carmen Quidiello. “El dinero recaudado es para los voluntarios dominicanos, no para mí, ni para mi mujer”, le dijo.

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