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FE Y ACONTECER

“¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

XXXII Domingo del Tiempo Ordinario, 12 de noviembre de 2017 - Ciclo A

a) Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

En los últimos siglos antes de Cristo, la cultura griega había penetrado en los países del Medio Oriente. Los griegos traían una nueva manera de entender la libertad del individuo, la nobleza del espíritu, el interés por la búsqueda de la verdad, el sentido de la belleza corporal. Los judíos tenían una cultura que se había ido desarrollado junto con la Palabra de Dios y fundamentalmente gracias a ella. Sin embargo, debían abrirse a otra manera de pensar, so pena de perecer en un ambiente cultural distinto. Ciertamente que la revelación de Dios a los judíos no había caducado, pero era necesario presentarla de una manera nueva a todos los hombres que no pensaban ni hablaban como los judíos.

El Libro de la Sabiduría es el primer esfuerzo importante para expresar la fe y la sabiduría de Israel no sólo en idioma griego, sino también en forma adaptada a la cultura griega. Da una respuesta a la angustiosa cuestión del mal, del dolor y de la muerte. Esboza una prueba de la existencia de Dios en la cual se inspirará más tarde San Pablo. Muestra que Dios extiende su misericordia a todos los seres sin excepción.

Esta lectura armoniza con el Evangelio, que nos presenta la parábola de las vírgenes prudentes y las necias, y contiene el elogio de la sabiduría. Las Sagradas Escrituras, conciben la Sabiduria como mediadora, y por ella se dice que Dios es accesible al encuentro, que está cerca, busca, sale al paso en todos los caminos. Alcanza la sabiduría el que la persigue con afán y con amor. En ella está el verdadero saber que ofrece término a todas las aspiraciones.

b) De la primera carta del apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 4, 13-18.

Una de las cuestiones que les preocupaba a los tesalonicenses era la Segunda Venida de Cristo como juez del mundo. En el momento en que se convirtieron, parece que compartían la expectativa de los primeros cristianos, incluyendo la del mismo San Pablo, que al inicio de su misión apostólica pensaba que él mismo vería ese momento de la Segunda Venida del Señor, expectativa bastante común entre los primeros cristianos, sobre todo por la corriente apocalíptica del judaísmo. Anticipaban la resurrección de los muertos y, aunque algunos de los que se habían bautizado habían muerto, esperaban librarse de la muerte mediante la venida de Cristo. Les preocupaba este asunto y Timoteo había llevado sus preocupaciones a Pablo, quien trata de responder y calmar sus temores en esta carta. La esperanza cristiana radica en la resurrección de Cristo y su Venida debemos entenderla como un proceso que se va consumando en la historia, pues Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos.

c) Del Evangelio de San Mateo 25, 1-13.

Los capítulos 24-25 de San Mateo contienen el quinto y último de los grandes discursos de Jesús que estructuran este evangelio, está concebido en clave escatológica y en el que se compendian sus enseñanzas sobre el final de la historia, e insta a los discípulos a la esperanza firme contra todas las dificultades porque el final es seguro y glorioso. Del mismo se toman los evangelios de los tres últimos domingos de este ciclo litúrgico, son tres parábolas: las diez doncellas (domingo 32), los talentos (domingo 33) y el juicio final (domingo 34). El texto de este domingo es exclusivo de San Mateo y se considera como una parábola de corte comunitario.

La parábola de las diez doncellas que esperan la llegada del esposo incide sobre la actitud propia del cristiano en el tiempo que media entre la resurrección de Jesús y su vuelta al final de los tiempos. Los primeros cristianos creyeron próxima, incluso inminente, la segunda venida del Señor, tema tratado por San Pablo en la segunda lectura. De ahí su desazón al comprobar que se retrasaba. La parábola propone como única actitud válida una fidelidad en tensión amorosa y a la espera. Algunos autores señalan las interpretaciones rabínicas del Cantar de los Cantares que ven en el coro de las “hijas de Jerusalén” el grupo de los discípulos que llevan en sus manos la luz de la “Thora” y vigilan la llegada del Mesías. El aceite en el judaísmo era signo de las buenas obras, así como de la alegría de la acogida, e incluso de la unción mesiánica.

El protagonista, no son las diez doncellas divididas por igual en dos grupos: necias y sensatas, sino el esposo que se retrasa en llegar y los Santos Padres explicaron a la primera comunidad cristiana esta parábola, indicando que el banquete de bodas es el Reino de Dios; el esposo, cuya venida se espera, es Cristo; el retraso del novio es la demora de la Parusía.

Las diez doncellas del cortejo son la comunidad que aguarda; la llegada repentina a medianoche es la hora imprevisible del Señor y la admisión o rechazo de las doncellas es la sentencia favorable o desfavorable en el juicio escatológico. Posteriormente en las vírgenes necias se vio la exclusión del pueblo israelita en su conjunto. En cambio, las sensatas representaban a las naciones paganas admitidas al Evangelio del Reino de Dios.

La parábola concluye así: “Por tanto, velen porque no saben el día ni la hora”. Las doncellas admitidas al banquete habían velado y, cansadas, se habían dormido al igual que las rechazadas; pero las primeras entraron a la sala del banquete porque fueron previsoras y se equiparon de aceite con holgura. Esta es la diferencia entre sensatas y necias. Por tanto, la conclusión debería ser: Estén preparados, bien equipados, porque no saben el día ni la hora.

Ante la seriedad del momento, se trata de destacar una responsabilidad personal que no es sustituible por nadie. Es precisamente esa falta de preparación la causa de la exclusión del banquete. La lámpara bien abastecida es el signo de la previsión y vigilancia, cualidades interiores, del espíritu; se tienen o se carece de ellas, pero no se pueden compartir o prestar, nadie puede suplir el fallo de un centinela, un piloto o un conductor. Algo así sucede con la fe y la respuesta personal a Dios, vienen a decir esos detalles de la parábola. Hay que estar preparados hoy más que nunca; porque el final puede estar muy cerca.

Como decíamos en el comentario a la primera lectura, la sabiduría se deja ver y encontrar de quien la busca; incluso se anticipa y sale al encuentro de quien la estima como tesoro imperecedero que es. Esta sabiduría es la dimensión práctica de la fe y del discernimiento cristiano para distinguir los valores morales y los signos de los tiempos, como llamadas de Dios. Por eso es don del Espíritu Santo y no mera ciencia humana, es inteligencia superior de la realidad social y política por la sabiduría cristiana de la fe. Y esto, tanto a nivel personal como comunitario y eclesial. Debemos alimentar la luz bautismal constantemente con el amor y la fidelidad diaria, para no encontrarnos desprovistos de aceite en el momento culminante e imprevisible de la venida del Señor, pues Él vendrá como un ladrón en medio de la noche, como se nos sugiere en varios textos del Evangelio.

Fuente: Luis Alonso Schˆkel:

La Biblia de Nuestro Pueblo.

B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.

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