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VIVENCIAS

Día aciago

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Juan F. Puello HerreraSanto Domingo

Probablemente para aquel sexagenario abogado fue un día fatídico que conllevó o le causó mucha tristeza, cuando desde el estrado quien llamado a actuar con debido respeto socavó su dignidad con el engreimiento propio de quien desconoce el significado y alcance de la cortesía.

No obstante al siguiente día llegó a sus manos como un bálsamo un artículo que refería el juez que merece la República, donde explicaba que no es suficiente que el juzgador demuestre ser “sobrio, justo, estudioso, laborioso responsable, valiente e imparcial, si se comporta con altanería, soberbia, orgullo y pedantería.”

En ese día desventurado, observando la actitud de quien está llamado a impartir justicia de manera “equilibrada”, no le quedó al abogado despojado de su dignidad como persona, que recurrir a la buena crianza, que es la mejor garantía contra las maneras desconsideradas de los demás y la falta de educación.

Recordando el infeliz día, aquel abogado ya en el sosiego que le da paz, pasó revista a lo que predica en aquel lugar de instrucción en el que se insiste en la formación de valores, sobre las cuatro características que corresponden a un magistrado: a) Escuchar cortésmente; b) Responder sabiamente; c) Ponderar prudentemente; d) Decidir imparcialmente.

En realidad aquel día aciago se convirtió para aquel abogado en una enseñanza para no olvidar; por una parte, ”que el primer efecto de la ignorancia, es que el ignorante ni hace esfuerzo para salir de ella, como tampoco hace esfuerzo para quitarse de sí tan grave trastorno”; entonces qué se puede esperar de sus resoluciones si a esto se agrega la falta de solemnidad.

Por otra, lo que el duque de La Rochefoucauld en sus máximas sostenía: “Tres clases hay de ignorancia: no saber lo que debiera saberse; saber mal lo que sabe; y saber lo que no debiera saber.”

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