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Algo a revisar

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Luis Encarnación PimentelSanto Domingo

La muerte de un joven, hijo de un sargento pensionado del Ejército, que acudió al hospital Central de las Fuerzas Armadas con la única intención, al ver a su padre enfermo, ingresado allí, son de las cosas que jamás deberían ocurrir en el país. La víctima, de 23 años, buscaba la salud para su padre, pero -producto de una clara manifestación de irracionalidad, insensibilidad e inhumanidad crecientes en la sociedad- encontró la muerte, y el luto y el dolor tocaron inesperadamente la puerta a sus familiares.

La pérdida de un hijo, algo irreparable, es la medicina fatal que el exhombre de uniforme nunca pensó podría encontrar en la puerta de la emergencia del centro, llamado a ofrecerle asistencia médica a quienes sirven o han servido en los cuarteles. El hecho, muy lamentable, en el que perdió la vida el joven Juan Pablo Rodríguez a causa de un disparo a quemarropa que le hiciera un centinela del centro de salud cuando le impedían entrar e intentó hacerlo a la fuerza , sería el desenlace de situaciones desagradables que ocurren con frecuencia.

Sería la muestra más evidente, sino de que algo no anda bien en el sistema de control de visitantes y trato elemental con la gente, de que algo hay que corregir o revisar. Ya ni siquiera hablamos de los servicios, sino del trato a dispensar a familiares y relacionados de pacientes internos en el centro médico de la familia militar. Disciplina, control, orden, son cosas a reconocer y a defender en los recintos militares o dependencias donde los cuerpos armados tengan responsabilidad, pero los guardias no pueden ser “cuadrados” en todo o todo el tiempo, sin reparar en que una cosa -y un celo especial- es lo que debe primar en el cuartel, pero algo diferente cuando se trata de un centro de salud donde hay enfermos, pacientes y familiares o dolientes de por medio. Siempre hay un tope en el horario de visitas, hasta en las clínicas privadas, con más flexibilidad, pero ojo, por Dios, usted no puede salirle a un hijo, a una madre, a una esposa o a un hermano con que “las visitas son hasta las cuatro” y ya pasa media hora o una hora, cuando ese familiar salió del trabajo, viene del interior o quien sabe de dónde y en cuántos sacrificios ha incurrido para estar ahí.

En esas circunstancias, no es “guardiamente” ni mediante la “discrecionalidad”, como generalmente ocurre, como se debe resolver, sino aplicando la racionalidad, el sentido común, la vocación de servicio y el sentido de humanidad, que mucho están faltando en nuestra sociedad. De aquello de “era hasta las cuatro” fuimos testigos hace poco, con una señora a la que el guardia le dijo: “Ya no hay visita”, y ella respondió: “Soy la esposa”. Pasó, pero a chepa (¿).

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