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Yo tuve un sueño feliz

Soñé que, en una tarde acariciada por el sol cansado del otoño, bajaba a pie por la calle Dr. Delgado y, llegando a la esquina que se cruza con la avenida dedicada al país de los aztecas, se produjo un movimiento rápido de agentes de Amet y otras personas que, a todas luces, aunque no llevaban uniforme, debían ser policías.

Ante el impacto inicial de ese raudo movimiento de gente armada, me di cuenta de lo rutinario del asunto, pues estaba a punto de producirse la salida de quien reside en la mansión terminada en 1947 y construida por el Arquitecto Guido D’Alessandro Lombardi.

Siempre en mi sueño, continué la caminata doblando por la acera de la izquierda y… efectivamente, ahí venía el carro presidencial con su ya acostumbrada escolta.

Volteando mi cabeza a medida que pasaba la caravana, vi de repente que se detuvo y, ¡oh sorpresa! rompiendo el protocolo de rigor, el Primer Ejecutivo se desmontó de su vehículo y se encaminó en la dirección en que yo daba seguimiento a la escena inusitada.

Se me acercó, me saludó cortésmente y me dirigió la palabra diciendo: “Sé que en el país hay mucha gente preocupada por lo del Código Penal y el tema del aborto.

Tengo que decirle que he repensado el asunto: 1. Me he convencido de que realmente lo del aborto terapéutico no es más que una excusa para despenalizarlo en cuanto tal, pues no hay médico serio que no esté dispuesto a esforzarse por salvar la vida de la mujer y la criatura.

2. También comprendo claramente que la criatura que se ha engendrado, como fruto de un incesto o violación, no es culpable y que, por tanto, no debe pagar por ese crimen.

3. Me siento muy identificado con quienes, por razones diversas han nacido con algún tipo de deformación: ellos tienen derecho a vivir como cualquier otra persona.

Recuerdo con agrado el abrazo sincero que le di a Nick Vujicic en el Palacio, foto del cual circula por las redes y puede fácilmente encontrarse en Google.” Y, despidiéndose muy cortésmente, volvió a abordar su vehículo y continuó el camino.

Yo también seguí adelante en mi camino, pellizcándome una y más veces para asegurarme si era un sueño o una realidad lo que había vivido. Uno de esos pellizcos, que me parece fue exagerado y agresivo, me despertó.

La felicidad que me produjo lo que acababa de soñar, me hizo olvidar el pellizco y continué caminando, saludando cariñosamente a todas las personas que encontraba a mi paso, que ignoraban la causa de tanta alegría, sin motivo aparente.

Yo tuve un sueño feliz, QUISE HACERLO UNA ORACION: Amén.

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