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¿Isla de Haití?

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Juan Daniel BalcácerSanto Domingo

Con el auspicio de la Academia Dominicana de la Historia, circula desde el 2016 la primera edición en español de una voluminosa obra, originalmente publicada en Alemania en 1893, con el título “La isla de Haití”. Su autor, Louis Gentil Tippenhauer, fue un ingeniero haitiano-alemán, quien se propuso difundir entre el público europeo la existencia e importancia de la isla, resaltando sus riquezas naturales al igual que su importante posición geográfica en el Caribe, con el fin de atraer inversionistas del viejo mundo. En este sentido, puede afirmarse que la obra de Tippenhauer cumplió similar propósito que el libro del dominicano español, presbítero Antonio Sánchez Valverde, “Idea del valor de la isla Española”, publicado en Madrid en 1785. La edición dominicana de “La isla de Haití” trae una presentación del historiador Bernardo Vega, quien destaca su indudable valor y además refiere que Tippenhauer formó parte de la Comisión Delimitadora de la Frontera dominico-haitiana que operó entre 1929 y 1937. En relación con el título del libro, con sobrado acierto Vega formula el siguiente comentario: “Aunque para los dominicanos su título Die Insel Haiti - La isla de Haití- pueda lucir chocante, cabría preguntar si para la época y el lugar donde se publicó la obra, hubiese sido más correcto llamarla: “La isla Española”, “La isla de Santo Domingo” o “La isla de Saint Domingue”. Obvio que el título de la obra resulte contraproducente para los dominicanos, toda vez que si bien a los ideólogos de la revolución antiesclavista de Saint Domingue, tras liberarse del opresor francés, les asistía el derecho de crear una nueva unidad política con nombre propio, tal circunstancia en modo alguno les confería autoridad para suprimir el nombre histórico de “isla de Santo Domingo” sin el consentimiento de los dominicanos.

La construcción de una genealogía nacional. En el siglo XIX, durante el proceso de construcción de la identidad nacional haitiana, los historiadores de ese país se propusieron establecer ramificaciones etno-culturales, que no existían, entre los taínos y los antiguos esclavos africanos de la parte francesa. Esa corriente intelectual, al parecer, adquirió un corpus definido a raíz de la publicación, en 1854, del libro del barón Emile Nau, titulado “Los Caciques de Haití”, en el que, entre otras invenciones, figura esta joya: “Toda la isla de Haití hasta este día se divide muy claramente en cuatro períodos: primero, el del descubrimiento, en que se opera la invasión del país por la raza europea y en la que vemos a la población aborigen devorada rápidamente por la conquista; la segunda, la de la colonización y de la introducción de la raza africana, en que Haití se convierte en Santo Domingo; la tercera, época de conflicto de las dos razas, de los amos y de los esclavos, luego la de la clase intermedia de los libres y los libertos, la de la emancipación general seguida por la tentativa de restablecimiento de la servidumbre y de la guerra de la independencia; la cuarta, por fin, la del triunfo de los indígenas, de la libertad y de la nacionalidad haitianas, en que Santo Domingo vuelve a ser Haití”. Gran parte de esa versión novelada acerca de la evolución histórica de los esclavos africanos del Santo Domingo francés, fue luego reproducida y enriquecida por la historiografía haitiana, especialmente en los textos de historia escolar.

Isla de Haití. Sabemos que, hacia el año de 1804, al cabo de una larga y cruenta guerra de liberación, los esclavos africanos de Saint Domingue declararon su independencia política, abolieron la esclavitud y adoptaron el nombre indígena de Haití para el nuevo Estado. (Durante la revolución, los esclavos se hacían llamar “indígenas”, término que significaba ser dueños legítimos de las tierras que defendían ante un agresor foráneo, pues todavía no se usaba el gentilicio “haitiano”, que comenzó a popularizarse después de 1804.) La Constitución haitiana, del 20 de mayo de 1805, establece que: “El pueblo que habita la isla antes denominada Santo Domingo acuerda constituirse en Estado libre, soberano e independiente de cualquier potencia del universo bajo el nombre de Imperio de Haití”; y en el artículo 15, a la manera de la Constitución francesa, se declara que “El Imperio de Haití es uno e indivisible...”. En la Carta Sustantiva de 1806, los legisladores haitianos fueron más específicos en cuanto atañe al nombre de la isla, pues según el artículo 29: “La isla de Haití (antes llamada Santo Domingo) con las islas adyacentes que de ella dependen, forma la República de Haití”; disposición esta que se mantuvo inalterable durante las reformas constitucionales de 1816, 1843, 1846, 1849 y 1867, respectivamente. Se diría que, después de 1867 los haitianos desistieron de llamar Haití a la isla, pero el tema, cual ave fénix, resurgió en la Constitución de 1987, cuyo artículo 8 dice: “El territorio de la República de Haití comprende la Parte Occidental de la Isla de Haití...”; lo que simple y llanamente significa que, para muchos haitianos, ¡la isla cuya mayor porción territorial habitan los dominicanos tiene por nombre Haití!

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