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Sobre Quisqueya y quisqueyanos

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Juan Daniel BalcácerSanto Domingo

En la historiografía dominicana es tradición documentalmente asentada que los antiguos pobladores de nuestra isla la llamaban indistintamente Quisqueya, Babeque, Bohío y Haití. Pedro Mártir de Anglería, en sus “Décadas del Nuevo Mundo”, fue el primero en consignar que el vocablo Quisqueya era utilizado por los taínos para designar a la isla. “Los nombres que los primitivos habitantes pusieron a La Española fueron primero Quizqueia y luego Haití”, escribió el Cronista de Indias, y de inmediato agregó que: “Llaman, en efecto, Quizqueia a una cosa grande y que no tiene igual”. Algunos historiadores dominicanos como el canónigo Apolinar Tejera, han sostenido que Quisqueya no es nombre de estructura indígena y que, más bien, se trata de un término apócrifo o supuesto fruto de la fértil imaginación de Anglería. Postreramente, la versión supuesta de Anglería fue registrada en los primeros textos de historia patria, sin que sus autores previamente la sometieran a un análisis crítico de carácter filológico, razón por la cual, andando el tiempo, Quisqueya fue asimilado e internalizado como vocablo auténtico en la conciencia colectiva del pueblo dominicano.

¿Desde cuándo se usa? Durante la primera mitad del siglo XIX, el nombre Quisqueya apenas se conoció entre nuestros antepasados. Max Henríquez Ureña, en el segundo tomo de su “Panorama histórico de la literatura dominicana”, refiere que, “después de la anexión y de la guerra de la Restauración es cuando se hace popular el nombre de Quisqueya, que se supone indígena, y fue desentrañado de la crónica de Pedro Mártir y aplicado en oposición al de Haití a la parte española de la isla, por Manuel Rodríguez Objío, hacia 1870, y después por muchos poetas y escritores dominicanos hasta quedar consagrado por Emilio Prud’Homme en las estrofas del Himno Nacional”. A mi entender, el motivo por el que tanto la intelligentsia como el pueblo dominicano asumieron como propio el referido vocablo está estrechamente vinculado con el proceso de consolidación de la identidad nacional, al igual que con el florecimiento del movimiento cultural conocido como indigenismo; fenómeno literario este que surgió en la América española en los albores del siglo XIX concomitantemente con la eclosión de los movimientos irredentistas y secesionistas. En nuestro país, los principales exponentes de ese movimiento literario fueron Alejandro Angulo Guridi, José Joaquín Pérez, autor de “Fantasías indígenas”, Salomé Ureña de Henríquez, Manuel de Jesús Galván, con su novela “Enriquillo”, y José Castellanos, autor de la primera antología de poesía dominicana, que data de 1874, y cuyo título fue “Lira de Quisqueya”. Se trató, evidentemente, de una época de notable esplendor de las letras nacionales en la que los intelectuales criollos buscaban una forma de expresión que los vinculara directamente con el no muy abundante legado de la desaparecida cultura taína.

El gentilicio quisqueyano. Al decir de Emilio Rodríguez Demorizi, el uso de Quisqueya y del gentilicio quisqueyano no se circunscribió únicamente a la literatura, la poesía y la oratoria, sino que trascendió de tal manera que no tardó en convertirse en el nombre poético por excelencia de los dominicanos, como lo es borinqueño en Puerto Rico (“Seudónimos dominicanos”, Santo Domingo, 1956). Incluso, hacia 1880 el maestro Eugenio María de Hostos propuso públicamente que el Estado se llamara “República de Quisqueya”, idea que ulteriormente secundó César Nicolás Penson en su libro “Cosas añejas”. Posteriormente al período indigenista, en el país ha sido común que muchas damas hayan sido bautizadas con el nombre de Quisqueya; y a diversos bardos, nacionales y extranjeros, les debemos hermosas y emotivas composiciones inspiradas en ese nombre de origen taíno, como las célebres canciones del maestro portorriqueño Rafael Hernández, y de la dominicana Mercedes Sagredo, tituladas “Quisqueya”; al igual que “Espera quisqueyana”, otra no menos afamada composición del maestro dominicano Billo Frómeta, que fue muy popular en Santo Domingo a raíz de liquidada la tiranía trujillista en 1961. Como podrá constatar el lector, resulta sobremanera difícil, por no decir que imposible, erradicar el sustantivo Quisqueya y el gentilicio quisqueyano de nuestro Himno Nacional, ni de ninguna otra composición poética, porque ambos nombres forman parte integral del “inconsciente colectivo” de los dominicanos. Y es que son tres los nombres sagrados del pueblo dominicano: Quisqueya, que así se llama nuestra Patria; Santo Domingo, que es el nombre del país; y República Dominicana, nombre del Estado-nación fundado el 27 de febrero de 1844.

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