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PENSANDO

Desde Cristo a Francisco

Representar en la tierra al hijo de Dios es predicar desde el trono de la humildad y tener fe en la justicia divina, para alcanzar la espiritualidad que nos lleva al camino de la vida eterna al lado del Padre. Obrar bien, a pesar de sufrir las calamidades y humillaciones del imperio romano que resistió el carpintero de Judea caminando golpeado y sediento hacia el Monte Calvario, es el cristianismo que nace de las entrañas del desprendimiento, para redimir a los hombres del pecado y renunciar a las banalidades de las riquezas terrenales. Ver en nuestros días el mundo de los servicios de inteligencia, las grandes corporaciones internacionales, los enfrentamientos geopolíticos entre potencias o las inconfesables alianzas políticas y económicas de diferentes poderes, es mirar un mundo en el que se difuminan las ideologías de las izquierdas y derechas, las relaciones entre gobernantes y criminales; es mirar la realidad de un mundo injusto, salvaje, competitivo; en el que el valor de la vida humana está supeditado a los intereses mercuriales. El viaje del Papa Francisco a Colombia es un “mea culpa” que los líderes religiosos no han querido asumir porque desde sus tribunas se ha mantenido la opulencia y la inconducta, sin el desprendimiento hacia los más necesitados. Francisco, desde el trono papal, se confiesa ante Cristo y lo representa exclamando con su propio accionar los derechos humanos que se les ha negado a los más pobres del mundo, que según las escrituras, serán los primeros en entrar al reino de los cielos.

Francisco muestra su fe en la esperanza de la reconciliación para alcanzar la paz; reniega a los cristianos que incursionan en la política y a los políticos que se hacen pasar por cristianos.

En su mensaje pastoral muestra el gran peso que lleva para reivindicar la práctica del evangelio fuera de las iglesias, de cara al pueblo. En su mandato divino, muestra el perdón por el cual Jesús logró liberarse de la traición y nos limpió la entrada a una mejor vida, donde la humildad, el amor y la solidaridad, sean la verdadera riqueza del ser humano. Desde el espacio, la distancia y el tiempo, que son imperceptibles, oremos por este hombre que lleva un mensaje de conciliación a todos los hombres y mujeres del mundo, y que debemos acoger con agradecimiento en nuestros corazones, por los siglos de los siglos.

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