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EL BULEVAR DE LA VIDA

Partidocracia sin orden ni prigilio

“DOS MUJERES Y UN CAMINO” Por indignación o lógico hartazgo, los verdes reúnen y ponen a marchar a un sector importante de nuestra amplia clase media. Lo moviliza, pero no lo pone a votar, que es tarea de los partidos. Pero resulta que desde el Frente Patriótico (PLD-PRSC) de 1996, la democracia dominicana se juega a dos bandas, o más exactamente a partir de dos grandes bloques electorales que las alianzas con los partidos bisagras (el PRSC y más recientemente el PRD) van conformando. A esos dos grandes bloques vota la inmensa mayoría desde 1994. Por ejemplo, en 2016, a los bloques PLD y PRM votó el 97 por ciento, del 70 por ciento que votó. Es precisamente contra esos dos bloques y sus acciones (o más bien sus desacciones) contra quienes se movilizan los verdes, ya digo, lo que habla muy bien de su capacidad de convocatoria, sí, pero también pone en evidencia la fortaleza del sistema político empresarial dominante. Ese mismo sistema, que en 50 años sólo ha cambiado nombres y familias con cada partido gobernante que gobernante ha sido, y que, con el final de la guerra fría, el aceleramiento de los efectos de la globalización y el desarrollo de las nuevas tecnologías, no ha hecho sino perfeccionar sus malas prácticas de la que Odebrecht es solo un verso breve, que la elusión es un arte, amor.

VERDES, KARLOS Y FEUERBACH El gran dilema de los verdes es el mismo de Marx y Feuerbach, pero con más calor, algarabía y mulatas. Hablo de que los verdes tienen que escoger entre ambos pensadores, decidir si lo suyo es explicar el mundo (el poder) denunciándolo (Feuerbach) o, por el contrario, de la mano del viejo Karlos Marx, sustituirlo, cambiarlo. Los verdes han hecho el camino, ahora tienen que decidir si van o no a recorrerlo, pues no es fácil cambiar un sistema al que votan siempre más de noventa y tantos de cada cien ciudadanos (del 70 por ciento). Claro, hablo de un sistema político/empresarial donde siete de cada diez ciudadanos o trabajan para el Estado, o reciben beneficios sociales directos, o venden o compran bienes o servicios a ese mismo Estado. Lograr transformar democráticamente ese sistema, sin que haya por medio una crisis económica que afecte las condiciones de vida de la gente (que no la hay y a corto plazo no se vislumbra, perdón) es una tarea de titanes, de un titán como el viejo sabio de Río Verde en aquel noviembre de 1973, que las musas -como las oportunidades- sí existen, pero cuando se presentan tienen que encontrarte trabajando. Don Juan Bosch siempre lo supo.

¡QUE LA MAGDALENA LOS GUÍE! Y mientras, electoralmente nuestra partidocracia (PLD y PRM) no para de ganar elecciones, nos encontramos con su poco disimulado rechazo a toda regulación que pueda fortalecer su institucionalidad, su transparencia y su democracia interna. El uso o no del padrón universal (JCE) y la simultaneidad o no de las primarias enfrenta a los dos grupos dominantes en los dos grandes partidos del sistema, y de paso, los acerca peligrosamente a la moda europea y estadounidense del antipartidismo, sólo que aquí el antipartido primermundista se convierte en “partidosinpartido”, o sea, sin ideología, principios ni finales, convertidos -de la correa de transmisión y representación entre la sociedad y el Estado que deberían ser-, en clubes de relacionados, amigos y enemigos, presentables e impresentables, presuntos y presuntuosos, honorables y execrables, xenófobos y misóginos, y también progresistas defensores de las minorías, un cambalache, en fin, hablo de extrañas mezclas de maco con cacata sin orden ni prigilio. En eso se van convirtiendo nuestros electoralmente exitosos partidos políticos. ¡Que la Magdalena los guíe!

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